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Los brotes nuevos y las hermosas flores primaverales alegran el mundo después de los largos meses de frío y humedad. Pero con esa floreciente vegetación viene algo más: polen y alergias estacionales.

Muchas personas suelen sentir el momento en que el mundo que les rodea pasa de invierno a primavera. Los ojos les lloran y arden. La nariz les gotea o se les tapa. Los estornudos son algo tan común como la risa. Cuando aparecen estos síntomas, es hora de echar mano de la medicación contra la alergia para poder sobrevivir. ¿Pero alguna vez le han dicho que para las alergias estacionales es mejor recurrir a la miel local?

La miel, en particular la cosechada localmente, suele sugerirse como algo natural que ayuda a enfrentar las alergias cuando llega la primavera.

¿Pero realmente ayuda a combatir las alergias estacionales? Para responder a esta pregunta y distinguir entre mito y realidad, veamos cómo se producen las alergias, cómo se fabrica la miel y dónde podrían cruzarse ambos factores.

¿Qué son las alergias estacionales?

Primero tenemos que entender qué ocurre en el cuerpo al llegar la primavera. Usted podrá saber más sobre las alergias estacionales con esta útil historia. A continuación, un breve resumen:

Imagine que su cuerpo es un próspero edificio de oficinas que funciona las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Sus células son los productivos trabajadores que ocupan el edificio. Algunas células están en el departamento encargado de mover los músculos. Otras están en los departamentos que se aseguran de que usted tenga la energía necesaria para todo el día.

El trabajo de las células es muy importante: lo mantienen vivo. Pero dentro y fuera del cuerpo hay muchas amenazas que pueden causar problemas.

Alguien puede entrar por la fuerza al edificio o puede haber algún problema interno, como una inundación porque se rompió una tubería. En su cuerpo, usted puede hacerse una cortada en la piel o inspirar partículas extrañas susceptibles de provocar diversos problemas.

Para protegerse de posibles amenazas, usted cuenta con un sistema de seguridad natural: el sistema inmunitario, que hace las veces de los agentes de seguridad y los socorristas locales del edificio de oficinas. Estas células inmunitarias están siempre de guardia, atentas a cualquier cosa que crean que podría perjudicarle. Cuando encuentran una amenaza potencial, se movilizan de inmediato para contenerla y eliminarla.

Sin embargo, de vez en cuando se encuentran con partículas relativamente inofensivas —como el polen de los árboles en flor y el de las flores— y su sistema de seguridad reacciona de forma exagerada. Las células inmunitarias disparan las alarmas en todo el edificio —su cuerpo—y trastornan temporalmente el trabajo de todos con estornudos, ojos llorosos y secreción nasal.

Una vez controlada la amenaza, los encargados de la seguridad publican imágenes del intruso para que las células puedan recordar su aspecto la próxima vez. Por eso las alergias estacionales se presentan en momentos predecibles.

Cómo aprovechar la memoria inmunológica para combatir las alergias

Cuando el sistema inmunitario vuelve a encontrarse con el polen, las células inmunitarias lo reconocen por todas las imágenes tomadas y publicadas la última vez que se vieron las caras. La memoria inmunológica permite que el sistema inmunitario responda más rápidamente y mejor cada vez que se encuentre con esa amenaza que ya conoce, pues la vez anterior aprendió la mejor manera de enfrentarse a ella.

Este sistema funciona muy bien para amenazas como virus o bacterias. Estas amenazas no suelen presentarse todos los días, de modo que el sistema inmunitario no se desensibiliza al ver el mismo problema repetidamente.

Pero imagínese que el mismo problema siguiera presentándose todos los días. Lo más probable es que las células inmunitarias dejarían de responder tan agresivamente. A la larga, incluso podrían aprender a vivir con ello, como con un plafón dañado en la sala de descanso o una ligera gotera en el techo cada vez que llueve.

Cuando este acondicionamiento es intencional, se llama inmunoterapia. Estas técnicas pueden utilizarse para ayudar a acostumbrar al cuerpo a que se sienta cómodo ante partículas como el polen, de modo que su sistema inmunitario aprenda a vivir con ellas y a ignorarlas.

Así es como funcionan las vacunas contra las alergias. Si se administra una dosis concentrada de trozos de la partícula a la que es uno alérgico cada pocas semanas o meses, el sistema inmunitario puede aprender a desensibilizarse a la presencia de la sustancia causante de la alergia.

Cómo se relacionan las propiedades de la miel con las alergias estacionales

Ahora que ya conoce lo esencial de las alergias estacionales, echemos un vistazo a la siguiente pieza de este rompecabezas: la miel.

Las abejas producen la sustancia pegajosa recolectando un líquido llamado néctar producido por las plantas en flor y lo almacenan en un estómago adicional para llevarlo a su colmena.

Mientras el néctar permanece en el estómago, se mezcla con otros elementos que la abeja ha ingerido. Esto cambia la composición química del néctar para que dure más, como cuando se preserva una fruta para hacer mermelada y que pueda durar más tiempo en la despensa o el refrigerador.

Una vez que las abejas regresan a su colmena, pasan el néctar preservado en el estómago a otra abeja, que lo almacena en su estómago adicional para pasarlo a otra abeja. El néctar pasa de abeja en abeja hasta llegar a su destino final: el panal.

Después de que la última abeja de la cadena escupe el néctar en el panal, las abejas de la colmena utilizan sus alas para ayudar a que el líquido sobrante del néctar se evapore rápidamente y así poder sellar el panal para su almacenamiento. Ahora las abejas tienen una reserva de alimento dulce en qué escarbar durante los meses de invierno, y los humanos, un complemento azucarado para su dieta que también puede ayudarles con las alergias estacionales.

Llegó el momento de volver a la teoría de usar la miel para las alergias estacionales y ver si funciona. Básicamente, así son las cosas:

Cuando las abejas recogen el néctar de las flores, levantan polen que puede acabar mezclado con la miel. Así que, en teoría, si usted come mucha de esta miel que contiene polen, su sistema inmunitario empezará a acostumbrarse a ver el polen en el cuerpo. Una vez que el sistema inmunitario ve muchas veces esa sustancia antes tan alarmante, las células inmunitarias dejan de reaccionar ante ella.

Al no haber células inmunitarias que den la alarma, no se activan los síntomas de la alergia estacional y se puede respirar mejor.

¿Pero la miel local realmente ayuda con las alergias estacionales?

Primero, las malas noticias. No hay garantía de que la miel que usted consume tenga polen. Aparte, hay muchas plantas que producen polen, pero no todas tienen flores, que son el objetivo preferido de las abejas.

De hecho, las abejas melíferas suelen preferir plantas que en general no se consideran como la fuente principal del polen que normalmente provoca alergias estacionales.

Otra mala noticia: si alguien le ha recomendado comer miel para las alergias, probablemente le haya dicho que tiene que ser miel local, y esto porque en zonas diferentes, las plantas son diferentes. Si usted consume miel con polen de Alaska y vive en Arizona, el polen de la miel será muy diferente de las partículas suspendidas en el aire de su casa.

En muchos casos, la miel local también se vende relativamente sin procesar. Eso significa que podría contener fragmentos de abeja, veneno de abeja o bacterias. Si usted es alérgico a las abejas en sí, este tipo de miel podría provocarle su propia reacción alérgica y empeorar el problema de la alergia.

Hay buenas noticias sobre la miel

Todavía no se deshaga de su miel. El consumo de miel tiene muchos otros beneficios que pueden ayudar a optimizar su experiencia durante la temporada. Por ejemplo, puede ayudar a calmar la tos, sobre todo cuando se utiliza en lugar de azúcar para endulzar el té. Eso sí, no se la de a niños menores de un año porque puede provocar una enfermedad potencialmente mortal llamada “botulismo”.

Por otra parte, dosis elevadas de miel podrían combinarse con los tratamientos normales contra la alergia para ayudar a controlar los síntomas de las alergias estacionales. Hay pocos estudios sobre este tema, y a menudo los resultados son contradictorios. Pero en un estudio de pequeña escala se descubrió que dosis grandes de miel sin procesar aparentemente ayudaban a personas con alergias estacionales a lidiar con sus síntomas, cuando menos durante un tiempo.

Por supuesto, es probable que tuvieran que comer mucha miel. En ese estudio en particular, los participantes consumieron cuando menos de 50 a 60 gramos (unas dos cucharadas y media) de miel cruda sin procesar todos los días durante un par de meses.

¿Cuál es el veredicto final?

Dicho esto, llegó el momento de responder a la pregunta de si el consumo de miel ayuda a combatir las alergias estacionales.

Bueno, sin duda puede ayudar a controlar síntomas como la tos, y la teoría del polen en la miel tiene sentido. Pero por ahora, lo mejor es recurrir a los medicamentos para las alergias y limitar el tiempo al aire libre hasta que la temporada de polen haya terminado para el año.

pandemic vs epidemic

pandemic vs epidemic

El COVID-19 ha dejado su huella en la vida de todos, incluso en nuestro idioma. Tomemos un momento para pensar en la vida que llevábamos en el 2019. Antes de la escasez de papel higiénico y el cambio masivo de la sociedad al trabajo desde casa, ¿con qué frecuencia usaba usted palabras tales como “epidemia” y “pandemia”?

A menos que trabaje en el campo de la medicina o esté hablando de una película, probablemente no haya pensado mucho en palabras como estas. Sin embargo, ahora es difícil para la mayoría de las personas pasar incluso unos días sin escuchar a alguien usar una o ambas palabras en las noticias o en una conversación normal. Todo el mundo ha terminado por aceptar las palabras “pandemia” y “epidemia” en la jerga diaria. Sin embargo, ¿sabemos lo que significan? Además, ¿qué significa la palabra “endemia” que muchas personas han comenzado a usar?

Para llegar al fondo de esta pregunta, sumerjámonos en el mundo de aquellos que se ganan la vida estudiando enfermedades. Y mientras hacemos esto, eche un vistazo a la respuesta a la pregunta que persiste en la mente de muchas personas—¿terminará alguna vez la pandemia?

La epidemiología: el estudio de las enfermedades

Primero, veamos la rama de la medicina que establece las reglas de lo que define una pandemia, una endemia o una epidemia. Esta responsabilidad recae en los epidemiólogos, los científicos de los que probablemente haya escuchado más durante el COVID-19. Esto se debe a que la epidemiología es el estudio de las causas, los factores de riesgo y la propagación de problemas que amenazan la salud pública dentro de poblaciones específicas.

Los epidemiólogos identifican estas amenazas potenciales y las investigan de la misma forma que un detective investiga un crimen. Su objetivo es estudiar el problema, descubrir la causa de sus comienzos, quién corre más riesgo de verse afectado y determinar el mejor curso de acción. También buscan formas de evitar que el problema empeore.

Como cualquier ciencia, el trabajo de los epidemiólogos continúa a medida que aprenden más sobre la amenaza, y la amenaza misma evoluciona y cambia. Cada vez que usted escuchaba sobre la regla de los seis pies de distanciamiento social y obtenía información sobre cuándo debía hacer uso de un cubrebocas, estaba también viendo el trabajo de estos científicos.

¿Qué es una epidemia?

Cuando escuchó por primera vez sobre el virus COVID-19 a fines de 2019, se describió como un tipo desconocido de neumonía que se estaba propagando rápidamente entre millones de personas en la ciudad de Wuhan, China. Eventualmente, ese virus se propagó más allá de las fronteras de la ciudad y por todo el resto del país, hasta que finalmente cruzó océanos y fronteras.

En esos primeros meses, el brote del virus COVID-19 fue una epidemia, una enfermedad que se había propagado rápida e inesperadamente entre una gran cantidad de personas dentro de una población o región específica. Han existido muchas otras epidemias a lo largo de la historia del mundo, incluyendo la viruela, el sarampión y la poliomielitis.

Cuando una epidemia se convierte en pandemia

En algunos casos, una enfermedad epidémica puede convertirse en una pandemia, una epidemia que se ha propagado rápidamente a través de las fronteras hacia otros países y continentes. El prefijo pan de la palabra pandemia significa “todas”, al igual que la palabra panamericano significa “todas las Américas”.

No todas las epidemias pasan a la siguiente etapa para convertirse en pandemia. Algunas epidemias estallan y desaparecen rápidamente antes de que puedan dar el salto y volverse globales. Sin embargo, una vez que la enfermedad se propaga y los casos comienzan a dispararse a medida que se propaga desde su país de origen, una epidemia llega a su próxima definición y se convierte en una pandemia.

La epidemia de COVID-19 se convirtió oficialmente en una pandemia de COVID-19 en marzo de 2020 cuando fue declarada pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para entonces, el COVID-19 se había extendido a más de 100 países. Antes de la pandemia de COVID-19, la última pandemia fue la pandemia de la influenza H1N1 en 2009.

Cuando una pandemia se vuelve endémica

Entonces, ¿cuál es el siguiente paso después de una pandemia? En algunos casos, como en el caso de la polio, el uso generalizado de la vacuna contra la polio en los Estados Unidos eliminó la enfermedad hasta el punto de que no ha habido un caso de polio en el país desde el 1979.

En otros casos, la enfermedad se ralentiza y cada vez menos personas se enferman hasta que el virus deja de circular activamente entre la población. Ocasionalmente puede que haya brotes que se identifiquen y controlen rápidamente para evitar que se propaguen, como es el caso del sarampión. Un brote ocurre cuando hay nuevos casos de la enfermedad en una población o región donde la enfermedad normalmente no existe.

Luego están las enfermedades que, aunque disminuyen en ocurrencia, no desaparecen por completo y continúan circulando dentro de una población o región específica. Suficientes personas dentro de la población afectada han adquirido inmunidad, ya sea por contraer la enfermedad o por haberse vacunado, lo que dificulta que la enfermedad se propague tan rápido como antes.

En algún momento durante este proceso, la pandemia se vuelve endémica, una enfermedad que circula constantemente dentro de una población o región específica. Para recordar la diferencia entre los términos epidemia y endemia, piense en el prefijo “end,” que en inglés significa “fin.” El final potencial de una pandemia es una endemia.

La malaria es un ejemplo de una endemia. Se encuentra mayormente en países tropicales y rara vez se propaga fuera de ese rango confinado (y cuando pasa, se clasifica como un brote).

Imagínese el final de la pandemia: la endemia del COVID-19

Eventualmente, se espera que el COVID-19 se convierta en una enfermedad endémica. Nunca desaparecerá por completo, pero a medida que más y más personas adquieran algún tipo de inmunidad, la gravedad y el número de casos disminuirán. La mayoría de los científicos piensan que el COVID-19 eventualmente se volverá como la gripe, donde los casos empeoran durante algunas temporadas pero la enfermedad en sí siempre está presente.

Entonces, ¿alguna vez habrá un final para la pandemia de COVID-19? La respuesta es sí. Eventualmente. Pero la enfermedad en sí no desaparecerá por completo, y solo el tiempo dirá cómo será el futuro endémico del COVID-19.

El sistema inmunológico está siempre trabajando para mantenerlo saludable. Entender la forma en que el propio organismo se protege le da a usted armas para combatir los gérmenes. Hay muchos mitos sobre cómo mantenerse saludable. Investigue para distinguir entre realidad y ficción y no se deje engañar por ninguno de estos mitos sobre el sistema inmunológico.

Arranque con el pie derecho con esta lista que derrumba siete de los mitos más comunes sobre el sistema inmunológico. Entérese de qué lo enferma y qué no, y descubra las medidas que puede tomar para mantenerse saludable durante todo el año.

Mito sobre la inmunidad 1: El clima frío enferma

Tan seguro como el cambio de estación es que en invierno acabará por pescar algo. La pregunta es por qué. Es muy común pescar algún virus de resfriado en los meses fríos, y tal vez eso lo lleve a pensar que las bajas temperaturas son la causa de su enfermedad.

Pero no es así.

Sí hay un vínculo entre las bajas temperaturas y la enfermedad, pero es una correlación, no una relación de causa y efecto. Muy probablemente los cambios de comportamiento asociados con el clima frío desencadenan esos picos estacionales.

El clima frío hace que las personas pasen más tiempo en lugares cerrados, lo cual da lugar a la transmisión de gérmenes entre quienes están en estrecho contacto. Piense en miembros de una familia, compañeros de trabajo, compañeros de clase o las personas con quienes comparte el transporte público. La proximidad con otros es la forma principal de difusión de los virus, independientemente de las temperaturas a la intemperie.

Un patrón similar se presenta cuando los niños vuelven a la escuela después de las vacaciones de verano o cuando usted empieza a ir a un nuevo gimnasio. La cercanía física con muchas personas aumenta la probabilidad de pescar algún bicho (haga frío o calor afuera).

Destaca en algunas investigaciones que las bajas temperaturas ofrecen un mejor entorno de vida para ciertos virus. El rinovirus (microbio responsable del resfriado común) suele vivir en estado latente en los conductos nasales esperando por temperaturas más adecuadas. Cuando llega el frío, despierta y se reproduce.

Si usted se queda dentro por el clima, una tos o estornudo involuntarios lanza al virus del resfriado al aire que usted comparte con otros. Como el clima frío acerca a las personas, basta con un estornudo para difundir un resfriado. Pero el cambio de clima no fue sino parte de la ecuación.

Mito sobre la inmunidad 2: Las alergias estacionales son signo de debilidad del sistema inmunológico

Es todo lo contrario. Las alergias estacionales son resultado de una respuesta inmunitaria exagerada que confunde partículas pequeñas del aire con microorganismos perjudiciales. Piense que las alergias son la característica distintiva de un sistema inmunológico exageradamente vigilante, más que perezoso.

Puede ser difícil diferenciar una alergia de un problema de las vías respiratorias superiores, pues comparten muchos de los síntomas, pero la alergia no es contagiosa. Tal vez usted tenga dolor de cabeza, congestión, escurrimiento nasal, ojos llorosos/irritados, o hasta ardor en la garganta. Todos esos síntomas son también los de un resfriado.

La diferencia radica en que las alergias no son provocadas por bacterias o virus. Al respirar, partículas inofensivas como polvo, polen o moho entran al organismo. Si usted padece de alergias estacionales, su sistema inmunológico responde a dichas partículas como si fueran posibles patógenos.

Para minimizar los síntomas de su alergia, trate de identificar qué la provoca. Si es el polen, evite las plantas en flor. Las alergias al polvo suelen intensificarse cuando afuera hay viento, así que en los días airosos, piense en protegerse la boca y la nariz con una mascarilla.

Como su nombre lo indica, estas alergias son estacionales, es decir, que con el tiempo empezarán a mejorar. Los síntomas de alergias suelen controlarse con medicamentos recetados por un médico. Hable con su doctor para ver si puede ayudarle a controlar sus alergias estacionales.

Mito sobre la inmunidad 3: El lavado de manos “mata” a los virus

Tal vez le sorprenda enterarse de que el lavado de manos en realidad no los mata, pues los virus no están vivos, o sea que no pueden reproducirse por sí mismos, pero el lavado de manos sí las libera de los virus, de otra manera.

El jabón se adhiere a la membrana o pared exterior de los virus, y las moléculas de jabón también compiten con los lípidos que están dentro de la membrana del virus, ayudan a descomponerlo y lo hacen inofensivo. Esta viscosidad se traduce en que el agua arrastra los microbios. Al lavarse las manos, se deshace literalmente de los virus que le pueden provocar una enfermedad.

Si desea recordar cómo lavarse adecuadamente las manos, revise esta práctica guía. La técnica del lavado de manos es importante, e implica mucho más de lo que usted se imagina.

Después de lavarse las manos, asegúrese de secarlas perfectamente. La transferencia de los virus es más difícil cuando las manos están secas. Lávelas y séquelas con frecuencia durante el día. El lavado de manos no mata los gérmenes patógenos, pero es una forma efectiva de deshacerse de ellos.

Mito sobre la inmunidad 4: El desinfectante para manos es más efectivo que el lavado de manos

Lavarse las manos con agua y jabón es la forma más efectiva de prevenir la difusión de bacterias y virus. Cuando no es posible, el desinfectante para manos es una alternativa segura.

A diferencia del lavado de manos, el desinfectante para manos sí destruye los microbios. El alcohol del desinfectante desactiva los virus y evita que se transfieran a partir de ellas. El desinfectante de manos con un mínimo de 60 por ciento de alcohol efectivamente mata las bacterias y los microbios que tiene en las manos.

Para aprovechar al máximo el desinfectante de manos, trate de eliminar primero la suciedad y los desechos visibles. Límpiese las manos con una servilleta o paño antes de aplicar el desinfectante. La suciedad y la grasa propia de la piel reducen la efectividad del desinfectante para acabar con los microbios.

Para eliminar los microbios, el desinfectante para manos no es tan efectivo como lavarse las manos. Llevar consigo el desinfectante es una forma práctica de limpiarse las manos en cualquier lugar. Cuando va de compras o va manejando, no siempre es posible detenerse para lavarse las manos. Utilice el desinfectante en esos casos para mantenerse libre de gérmenes.

Mito sobre la inmunidad 5: “Alimenta a un resfriado, mata de hambre a una fiebre”

Este refrán es uno de los mitos más arraigados sobre el sistema inmunológico. El organismo necesita el combustible adecuado para combatir cualquier infección. Imagínese tratar de ganar una batalla con el estómago vacío: así se comportará su sistema inmunológico si restringe lo que come cuando está enfermo.

No hay muchas pruebas de que ayunando se reduce la fiebre. De hecho, la demanda de calorías del organismo se incrementa cuando usted lucha con una infección. El sistema inmunológico necesita la energía de la dieta para incrementar la producción de glóbulos blancos. Cuando sube la temperatura interna del cuerpo también se acelera el metabolismo. Esto significa que se necesitan más calorías para estar a la altura.

Sin embargo, si no se siente bien, tal vez no tenga mucho apetito, lo cual es completamente normal. No se obligue a comer si no quiere, podría sentir náuseas.

Pero si tiene un resfriado o fiebre, si está enfermo, es importante comer lo que apetezca. Opte por alimentos integrales y nutritivos si no se siente bien. Muchas frutas, verduras cocidas y proteínas son fáciles de digerir y aportan los nutrientes esenciales para organismo. Coma lo que más se le antoje.

Mito sobre la inmunidad 6: La sopa de pollo con pasta acorta el resfriado

Por bueno que parezca, un plato de sopa no es ninguna cura. Y aunque la sopa de pollo con pasta tradicionalmente se haya considerado como un alimento reconfortante, por desgracia la sopa en sí no tiene poderes mágicos curativos, como tampoco las plumas del pollo con que se hizo la sopa.

Tiempo, descanso y la medicación adecuada son la única forma para derrotar a una infección.

Esto no quiere decir que la sopa de pollo con pasta sea una mala idea. Es magnífica y deliciosa para una buena nutrición por los ingredientes de calidad que pueden ayudarle a llenar de energía su cuerpo cuando lo necesita. Los antioxidantes y las vitaminas de las verduras favorecen al sistema inmunológico, y las proteínas del pollo proporcionan energía sostenible para apoyarlo en su batalla.

Las sopas (y otras comidas calientes) ayudarán a aliviar algunos de los síntomas del resfriado. El vapor del caldo suele limpiar los senos paranasales y el calor puede aliviar a una garganta irritada.

Otros alimentos también suelen ofrecer un alivio similar. Té caliente, miel, arroz, plátano y puré de manzana son deliciosos, y pueden aliviar las molestias estomacales. Pruebe con alguno la próxima vez que no se sienta bien. No curan de por sí el resfriado, pero le proporcionarán la nutrición que necesita para apoyar al sistema inmunológico.

Mito sobre la inmunidad 7: El ejercicio debilita al sistema inmunológico

Emprender un programa de entrenamiento tipo Juegos Olímpicos puede provocar un gran desconcierto en su sistema inmunológico, pero el ejercicio regular de bajo impacto suele hacerle mucho bien al organismo. El hábito del ejercicio es una forma confiable de preparar al organismo para los gérmenes que lo rondan.

Los glóbulos blancos proliferan cuando usted entrena. El ejercicio incrementa la renovación celular en el organismo y estimula la producción de tan importantes células inmunitarias. Después de todo, son las tropas que van a la vanguardia en la batalla contra virus y bacterias.

Que ejercitarse sea un objetivo para la salud del sistema inmunológico y el bienestar en general. Asegúrese de no exagerar, pues demasiado ejercicio vigoroso puede resultar contraproducente. No arriesgue, camine, trote o nade para asegurarse de que el movimiento corporal sea un apoyo para el sistema inmunológico.

No permita que los mitos y la desinformación sobre el sistema inmunológico se propaguen

Ahora que ya está enterado de los datos falsos en torno al sistema inmunológico, haga lo que le toca para sustituir esos mitos con la verdad.

Asegúrese de aplicar las medidas de seguridad apropiadas cuando aumenta la difusión de los virus. Demuestre sus conocimientos relativos a los mitos sobre el sistema inmunológico dando prioridad al ejercicio y consumiendo alimentos nutritivos para sentirse fuerte. Instruya a su familia y amigos sobre la importancia del lavado de manos.

Acabe con los mitos sobre el sistema inmunológico y haga lo pueda para ayudar a que su organismo se mantenga saludable.

El sistema inmunitario libra una batalla todos los días, a eso se dedica.

Usted está protegido por una defensa coordinada. Las células, las proteínas y la señalización química unen sus fuerzas contra las bacterias, virus, parásitos y otros agentes patógenos. Su sistema inmunitario ayuda también a la cicatrización de heridas, la renovación celular y de los tejidos, y a restaurar.

Un sistema inmunitario saludable y funcional es una maquinaria compleja constituida por muchas capas, subsistemas, tejidos, órganos y procesos, y un conocimiento básico del mismo puede ayudarle a saber qué necesita para mantenerlo saludable.

Barreras de Entrada

Imagine que su organismo es un castillo que tiene que defenderse. La primera capa de defensa son sus barreras físicas y químicas, unos muros altos y gruesos que alejan a muchos intrusos.

La piel es la barrera física más obvia, es muy buena. El órgano más grande es un recubrimiento a prueba de agua que protege contra los agentes patógenos. La estructura de la piel, las sustancias que se encuentran en su superficie y otros compuestos de capas más profundas, ayudan a dar protección.

La piel hace un buen trabajo, pero hay otras vías de entrada al organismo, por eso hay otras barreras físicas.

Las vías respiratorias superiores tienen cabellos delgadísimos llamados cilios, los cuales pueden alejar de los pulmones la materia que puede dañarlos. La barrera intestinal bloquea la absorción de sustancias potencialmente dañinas, y a través de las funciones excretoras (baño), se expulsan físicamente los agentes patógenos.

El moco difumina la línea entre lo físico y lo químico. No importa en qué categoría se clasifique, el moco es una trampa efectiva para los invasores que producen membranas por todo el cuerpo. Esta sustancia espesa y pegajosa es una trampa que atrapa a los microbios y no los deja ir.

Otras barreras químicas son las lágrimas, la saliva, el ácido estomacal y las sustancias químicas protectoras que se producen en el interior de las células y en la sangre.

Inmunidad en General: Sistema Inmunitario Innato

En ocasiones, al sistema inmunitario innato se le llama sistema inmunitario no específico. Este subsistema de la defensa inmunitaria general forma parte del código genético de cada quien, y es la parte innata, o inherente; proporciona protección más general porque destruye todos los microbios que entran al organismo. Es la parte no específica.

Las defensas celulares entran en acción si un agente patógeno sobrevive a las barreras físicas y químicas, que también podrían considerarse como parte del subsistema innato. Es aquí donde entran los fagocitos (tipo específico de célula inmunitaria). Estos glóbulos blancos hacen las veces de guardias que patrullan el organismo y destruyen a los invasores.

Dichas células se encuentran en todos los tejidos del organismo; acaban con los agentes patógenos mediante un proceso llamado fagocitosis. Es complicado, pero hay una forma sencilla de explicarlo.

Los fagocitos se comen a los microbios invasores, y hay una razón por la que se llaman fagocitos: phago proviene del griego “comer”. Los fagocitos ingieren o engullen a los invasores. Mientras está atrapado el agente patógeno, se despliegan varios mecanismos asesinos que lo destruyen.

Algunos fagocitos tienen receptores que distinguen entre las células saludables y las sustancias potencialmente perjudiciales. (También tienen que ver con la renovación de las células muertas o en vías de morir). Otros comedores de agentes patógenos pasan por un proceso de señalización química hacia sitios donde pueden ser muy útiles. Los fagocitos ayudan incluso a depurar y reparar una vez que son destruidos los invasores.

Inmunidad Adaptativa

El sistema inmunitario adaptivo es como una base de datos inmunitaria. Después de encontrar a un agente patógeno específico, las células inmunitarias pueden recordar la mejor forma de acabar con él, por eso también se le llama inmunidad adquirida o específica.

La exposición original al agente patógeno puede ser intencional o accidental, eso no importa. Una respuesta normal y saludable empieza con un antígeno. Imagine al antígeno como el código de barras de cada célula.  Así como cada artículo del supermercado tiene un código de barras único, cada tipo de célula tiene su propio código de antígeno que lo identifica.

Estos antígenos —principalmente proteínas— también pueden identificar a los patógenos. El sistema inmunitario ha aprendido a interpretar esos códigos de antígenos. Cuando se percatan de una materia extraña, inician una respuesta inmunitaria.

Cada antígeno único desencadena la creación de un anticuerpo único. El anticuerpo con forma de “y” vuelve a unirse al antígeno correspondiente y marca al invasor para que lo ataquen otras células inmunitarias.  Algunos anticuerpos pueden incluso ocuparse del asunto ellos mismos.

Los linfocitos (otro tipo específico de célula inmunitaria) son las principales células implicadas en el sistema inmunitario adaptativo. En la médula ósea se producen dos tipos de glóbulos blancos, células T y células B, las cuales pueden atacar y matar por sí mismas a los agentes patógenos, o bien, ayudar a otros glóbulos bancos en su tarea.

Las células T y B forman la base del banco de memoria inmunitaria del organismo. Las células B presentan antígenos y crean y liberan anticuerpos. Las células T de memoria —esas que sobreviven a ataques previos— rápida y efectivamente responden ante agentes patógenos conocidos. Juntas, ayudan a que el sistema inmunitario destruya eficiente y efectivamente a bacterias, virus u otros agentes patógenos conocidos.

Defensa del Sistema Inmunitario

Ya mencionamos antes cómo funciona un sistema inmunitario normal y saludable, pero las defensas pueden sufrir el impacto del medio ambiente, la dieta, el estrés, el sueño, los viajes y otros factores del estilo de vida.

La función inmunitaria saludable es un esfuerzo conjunto de todo el organismo, y mantenerlo implica un enfoque holístico. A continuación, algunas ideas que pueden ayudar:

  • Duerma cuando menos siete horas diarias y evite las noches en vela.
  • Ejercítese regularmente para fomentar las células de memoria, fortalecer la inmunidad de la piel y movilizar a las células inmunitarias.
  • Minimice el estrés lo más posible o practique estrategias de afrontamiento saludables, como el ejercicio.
  • Que su dieta sea saludable y balanceada, con abundantes frutas, verduras y proteínas magras que aporten micro- y macronutrientes esenciales, así como importantes fitonutrientes. Una dieta saludable (que incluya cantidades saludables de fibra) también proporcionará al microbioma lo que necesita para mantener un adecuado funcionamiento de la barrera intestinal.
  • Practique una higiene adecuada, que incluya lavado frecuente de las manos, de modo que, de entrada, su organismo no tenga que enfrentar a muchos agentes patógenos.

Las primeras tres palabras que probablemente le vienen a la mente cuando lee “vitamina D” son “esencial”, “sol” y “huesos”. Ese es un buen comienzo, pero estas palabras no reflejan completamente los diversos deberes de uno de los nutrientes más necesarios de su cuerpo, y un área que a menudo se pasa por alto es la conexión entre la vitamina D y la inmunidad.

El papel de la vitamina D en el apoyo y mantenimiento de la salud ósea es la base para su clasificación como una vitamina esencial. Sin embargo, nuevas investigaciones han revelado cómo la vitamina D apoya la salud inmunológica. Esto sucede a través del apoyo que la vitamina soluble en grasa ofrece al regular diversos procesos importantes relacionados con la reparación celular normal y la respuesta inmunológica saludable. Estos hallazgos, junto con las observaciones documentadas sobre el estado de salud de personas con deficiencia de vitamina D, fueron los que ayudaron a que aumentara el interés en conocer el papel de la vitamina D en el apoyo y mantenimiento de una buena salud inmunológica.*

Una vitamina que apoya dos lados de la inmunidad

La importancia del papel de la vitamina D en la función inmunológica fue establecida y confirmada a raíz del descubrimiento de que casi todas las células del sistema inmunológico contienen receptores de vitamina D. Los efectos de la vitamina D en las células inmunológicas son muy complejos, pero la investigación ha demostrado que sus funciones apoyan el sistema inmunológico innato y el adaptativo.*

La principal función innata (o la primera respuesta) del sistema inmunológico es la de proteger el cuerpo usando barreras físicas, reacciones químicas y ciertas respuestas inmunológicas. También incluye células inmunológicas (neutrófilos y macrófagos) que pueden normalmente actuar como su defensa celular de primera línea. Aunque rápido y efectivo, el enfoque del sistema inmunológico innato posiblemente puede causar algún daño colateral y no es capaz de identificar exposiciones repetidas.

El sistema inmunológico adaptativo es más lento, pero más específico y metódico. Su respuesta adaptativa incluye células inmunológicas específicas que coordinan la destrucción tanto de las células infectadas (linfocitos T) como de las que activan y secretan anticuerpos (linfocitos B). El sistema adaptativo utiliza una memoria inmunológica para defenderse rápida y vigorosamente contra las exposiciones repetidas. Esto es lo que sustenta el principio que hay detrás de la inmunidad natural o de por vida después del surgimiento de interacciones inmunológicas productoras de anticuerpos.

Conozca más acerca de las células T y la respuesta inmunológica adaptativa y eche un vistazo a esta información básica sobre su sistema inmunológico.

4 ejemplos que demuestran cómo la vitamina D apoya la salud inmunológica

Mencionar todas las funciones que la vitamina D desempeña en la salud inmunológica podría ocupar todo un libro de texto, pero si recuerda estas cuatro impactantes funciones para ayudar a apoyar una defensa inmunológica saludable, entonces estará preparado para comprender cuán importante es esta vitamina solar para el mantenimiento de la salud.*

1. La vitamina D apoya la maduración y el funcionamiento de células inmunológicas clave*

La inmunidad innata es un esfuerzo coordinado que involucra a diferentes tipos de células. Los macrófagos y sus precursores monocitos, así como los linfocitos T (células T citotóxicas) juegan papeles vitales en su respuesta inmunológica innata y la inmunidad mediada por células (aquellas que ocurren sin ser iniciadas por anticuerpos originados de la memoria de su sistema inmunológico).

La vitamina D es un engranaje importante en la mecánica que apoya el proceso normal de maduración y diferenciación de los monocitos para convertirse en macrófagos. Una vez se hayan desarrollado en macrófagos específicos, estas células inmunológicas apoyan una defensa inmunológica celular de primera respuesta saludable. También participan en operaciones de limpieza, es decir, en la eliminación o asimilación de desechos celulares. Además, los macrófagos secretan una proteína inmunológica clave llamada catelicidina. La producción normal de catelicidina de los macrófagos activados depende en gran medida de la presencia de niveles adecuados de vitamina D.*

2. La vitamina D apoya la presentación de antígenos*

Para impulsar acciones defensivas, las células inmunológicas, como los linfocitos, deben exponerse a antígenos (proteínas específicas que alertan al sistema inmunológico). Las células presentadoras de antígeno más efectivas se conocen como células dendríticas.

Una función importante de las células dendríticas es capturar, procesar y presentar antígenos al sistema inmunológico adaptativo e iniciar la inmunidad mediada por las células T. Las células dendríticas son críticas para el desarrollo de la memoria y la tolerancia inmunológica. La vitamina D desempeña un papel clave en el apoyo de la maduración y la regulación saludables de las células dendríticas humanas.*

3. La vitamina D desempeña un papel en el apoyo a la capacidad natural de su sistema inmunológico para producir las proteínas necesarias para que funcione a un nivel óptimo*

Esta conexión entre la vitamina D y la inmunidad proporciona el armamento biológico que su sistema inmunológico necesita para ayudarlo a mantenerse saludable. La vitamina D ayuda a mantener la regulación apropiada de la producción de proteínas específicas que apoyan una función inmunológica saludable.*

Un buen ejemplo de esto puede verse en los pulmones, donde se ha descubierto que las células inmunológicas y las células epiteliales contienen grandes cantidades de receptores de vitamina D. Los investigadores que estudian estos receptores de la vitamina D en el tejido pulmonar encontraron que la vitamina D activada apoya la actividad de un compuesto que mantiene la función inmunológica saludable en los pulmones. También ayuda a apoyar la producción de una proteína que ayuda a las células a desplegar sus habilidades naturales y normales.*

4. La vitamina D le brinda apoyo a sus células T

La capacidad de la vitamina D de apoyar el desarrollo normal y saludable, así como la diferenciación de las células inmunológicas también se extiende a la inmunidad adaptativa. Los diferentes tipos de células T se benefician del apoyo de la vitamina D.*

Las células T comienzan como células inactivas o naÏve. Para ser útiles para las defensas de su cuerpo, primero deben convertirse en células asesinas o células auxiliares para participar activamente en la respuesta inmunológica. El proceso natural de movilización y activación para mantenerse saludable está respaldado por la vitamina D. Esta vitamina esencial también ayuda a mantener la migración adecuada de las células T entre tejidos específicos, como la piel, el tracto digestivo y los ganglios linfáticos.*

Cómo sacar provecho de lo que usted sabe sobre la vitamina D y la inmunidad

Esta es una descripción muy básica del papel de la vitamina D en la función inmunológica. La manera en que la vitamina D ayuda a mantener la salud del sistema inmunológico es muy compleja y es una cuestión de equilibrio. Usted no quiere que su sistema inmunológico esté excesivamente acelerado o demasiado perezoso. Mantener un nivel saludable de vitamina D es importante para ayudar a mantener el equilibrio general y el funcionamiento normal de su sistema inmunológico.*

Si no está seguro de cuál es el estado actual de la vitamina D en su cuerpo, es importante que haga una cita con un profesional de salud para obtener esta información. Los niveles sanguíneos de 30 ng/ml a 50 ng/ml son considerados óptimos por la mayoría de los expertos.

Así que mantenga buenas reservas de vitamina D en su cuerpo para ayudar a su sistema inmunológico. Hágalo poniéndose al sol de manera inteligente y ajustando su dieta para incluir más alimentos enriquecidos con vitamina D. También puede recurrir a la suplementación si vive en latitudes más altas o si los alimentos que elije consumir causan deficiencias en su dieta que hacen que los niveles óptimos sean difíciles de lograr.*

*Estas afirmaciones no han sido evaluadas por la Administración de Fármacos y Alimentos. Este producto no tiene como fin diagnosticar, tratar, curar ni prevenir enfermedad alguna.

El estrés es inevitable y juega un papel importante en su vida. Un poco de estrés puede ser beneficioso, motivándolo a lograr sus objetivos y completar las tareas necesarias. Pero el estrés en exceso puede dejarle un sensación de agobio, o incluso enfermarlo. Esto se debe a que los efectos negativos del estrés en la función inmunológica son significativos.

Piense en su vida. Sentirse bien y estar estresado no es algo que generalmente se dé al mismo tiempo, ¿verdad? Esto se debe a que el estrés presente en su cuerpo y su mente puede debilitar su sistema inmunológico. ¿Por qué ocurre esto? Su cuerpo está trabajando a su más alta capacidad para que usted pueda rendir al máximo y enfrentar sus factores estresantes, lo que significa que la fortaleza de su inmunidad puede verse afectada.

Aunque esta respuesta a la pregunta es muy básica, al menos es un buen comienzo para iniciar una conversación más profunda sobre cómo el estrés afecta la función inmunológica. Primero, usted debe conocer la forma en que su cuerpo responde a factores estresantes para que pueda ver cómo el estrés y la inmunidad están conectados. Luego aprenderá maneras de mejorar su reacción al estrés que le ayudarán a cuidar de su salud durante momentos difíciles.


El lenguaje del estrés

Aprender algunos de los términos que se usan en referencia al estrés le ayudará a comprender mejor las respuestas naturales de su cuerpo. Aquí están los conceptos básicos:

  • Factor estresante: Cualquier estímulo que cause estrés. Hay dos tipos de factores estresantes: físicos y psicológicos. Los factores estresantes físicos le causan estrés al cuerpo. Los factores estresantes psicológicos afectan la mente.
  • Hipotálamo: Un importante centro de mando en el cerebro. Esta región es aproximadamente del tamaño de un centavo y se encuentra en el centro del cerebro. Controla la actividad de la glándula pituitaria y regula el hambre, la sed, el sueño, el cuerpo, la temperatura y muchas emociones.
  • Glándula pituitaria: La glándula maestra responsable de liberar la mayoría de las hormonas en su cuerpo.
  • Glándulas suprarrenales: Glándulas triangulares justo arriba de los riñones las cuales son responsables de liberar cortisol.
  • Cortisol: La hormona primaria presente en la sangre en respuesta al estrés.

Cómo su cuerpo maneja el estrés

Su cuerpo tiene un protocolo de respuesta integrado que entra en acción cada vez que experimenta estrés. Comienza cuando un factor estresante ejerce presión sobre su mente o su cuerpo.

La parte del cerebro que reconoce su estado de estrés se llama hipotálamo. Tan pronto como el hipotálamo reconoce un factor estresante, este envía un mensaje a través de las neuronas a una región vecina del cerebro llamada glándula pituitaria. Esta glándula registra las señales del hipotálamo y les dice a las glándulas suprarrenales (ubicadas sobre sus riñones) que aumenten la cantidad de hormonas del estrés que circulan en la sangre.

Esos son los conceptos básicos de la respuesta natural al estrés de su cuerpo. Para entenderlo más y conectar los puntos entre el estrés y la función inmunológica, exploremos la hormona principal del estrés: el cortisol.

Esta importante hormona genera una oleada de energía durante los períodos de estrés. Pero los efectos del cortisol son temporales. Una vez que el estrés desaparece, también desaparece el apoyo energético.

Otra forma en la que el cortisol ayuda a su cuerpo a manejar el estrés es pausando cualquier operación en el cuerpo que no sea esencial. Desafortunadamente, el cortisol causa que algunas de sus funciones inmunológicas dejen de funcionar en un esfuerzo por conservar energía mientras está bajo estrés. Sin embargo, esta acción también hace que estos períodos estresantes sean el momento perfecto para que los gérmenes se asienten.

Aprenda cómo el estrés afecta su función inmunológica

El cortisol funciona temporalmente cuando el factor estresante que experimenta es de corta duración, como cuando llega tarde a una cita o compite en un triatlón. Eso hace que el impacto en su inmunidad sea mínimo. Pero cuando el estrés dura más días o semanas, el aumento de los niveles de cortisol puede comenzar a tener más efectos negativos.

Los altos niveles de cortisol suprimen el sistema inmunológico ya que disminuyen la producción de glóbulos blancos. Sin glóbulos blancos en la búsqueda de gérmenes, su respuesta inmunológica a una infección es mucho más lenta. Por lo tanto, los niveles elevados de cortisol por periodos largos pueden dejarlo susceptible a enfermedades a las que de otro modo no sucumbiría. Por eso es muy común que le dé un resfriado después de un período de mucho estrés.

Los estudiantes universitarios, cuando se están preparando para los exámenes finales, son un buen ejemplo. Muchos estudiantes notan que desarrollan un resfriado días después de finalizar el semestre. Pero, ¿por qué?

El factor estresante (exámenes finales) inicia la respuesta de su cuerpo al estrés. Los niveles de cortisol aumentan y permanecen elevados por un período más largo mientras estudian, incluso durante unas cuantas semanas. Durante este periodo de estrés, el sistema inmunológico permanece suprimido para que el cerebro pueda aprovechar la mayor cantidad de energía disponible para enfrentar el estrés manifestado en la forma de exámenes finales.

Funcionar a esta baja capacidad proporciona a los gérmenes una puerta de entrada para infectar el tejido sano y provocar enfermedades como el resfriado común. Y los síntomas, que en parte se sienten como parte de su respuesta inmunológica, aparecen una vez que han pasado esas pruebas estresantes.

Los exámenes de la universidad no son el único tipo de estrés de largo plazo, por supuesto. Usted puede notar un patrón similar en su propia vida. Mudarse a una nueva ciudad, tener un bebé, cambiar de trabajo y otros desafíos de la vida son factores estresantes de largo plazo muy comunes. Y dado que cualquier estrés prolongado eleva los niveles de cortisol y suprime la inmunidad, los gérmenes pueden explotar su debilitado sistema inmunológico en estos momentos de intensa presión.

Elimine el estrés por el bien de su inmunidad

Aprender a controlar el estrés en su vida puede ayudar a mantener bajos los niveles de cortisol y proteger su sistema inmunológico. Hay muchas actividades que puede probar para eliminar el estrés las cuales también son beneficiosas para su salud en general.

La meditación es una de las estrategias de manejo del estrés más efectivas. Solo unos minutos de meditación concentrada diaria pueden reducir significativamente los niveles de cortisol en la sangre y ayudarlo a sentirse tranquilo y sereno. Esta práctica también puede ayudarle a mantener su inmunidad.

En un estudio, los investigadores encontraron que las personas que meditaban todos los días desarrollaron más anticuerpos contra el virus de la gripe que aquellos que no lo hicieron. Por lo tanto, dedique unos minutos todos los días a desconectarse de este ajetreado mundo y especialmente recurra a la meditación cuando se sienta estresado.

El ejercicio es otra manera comprobada de aliviar el estrés. Usted ya conoce muchos de los beneficios de la actividad física diaria y ahora puede agregar manejo del estrés a la lista de beneficios. (Échele un vistazo a este artículo para conocer más opciones sobre cómo lidiar con el estrés.)

Si ninguno de estos cambios de estilo de vida funciona, su siguiente paso debe ser una conversación con un especialista en salud mental. Hablar con un terapeuta o trabajador social como parte de una terapia puede ayudarlo a enfrentar los factores estresantes presentes en su vida y encontrar métodos efectivos para controlarlos.

No importa cuál técnica elija para manejar el estrés, es hora de equiparse de una mejor manera para proteger su cuerpo y su salud inmunológica de los efectos del estrés.


Nota del editor: la siguiente historia está enfocada en los virus en general. Aunque algunos virus comunes son utilizados aquí como ejemplo, este texto no pretende hacer una exploración profunda de cepas específicas, ni debe ser considerado una herramienta para diagnosticar o tratar ningún virus específico.


Los virus son pequeños microbios que pueden causar grandes impactos en su salud. Informarse sobre cómo funcionan los virus puede ayudarle a entender parte de lo que su sistema inmunológico debe afrontar todos los días.

Empiece con algunas respuestas a preguntas comunes sobre los virus para entender mejor qué hacen, cómo funcionan y la manera en que pueden llegar a ser nocivos. Aquí descubrirá los conceptos básicos acerca de los virus, sobre cómo responde su cuerpo ante ellos y sobre cómo funciona la inmunidad de rebaño frente a los virus.

Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre virus y bacterias?

Respuesta: Los dos tipos de microbios que por lo general lo enferman son virus y bacterias. Ambos son microscópicos y ambos desencadenan respuestas de su sistema inmunológico, pero los virus y las bacterias no podrían ser más diferentes entre ellos.

Empecemos por las bacterias. Estos organismos unicelulares poseen una membrana plasmática. Son capaces de desarrollarse dentro de un amplio rango de temperaturas, lo que significa que se encuentran casi en cualquier ambiente. Las bacterias poseen un ADN circular que usan para reproducirse. Se alimentan tanto de materia orgánica como inorgánica, de células de animales y plantas en descomposición, e incluso de los alimentos que usted consume. Algunas bacterias pueden llegar a hacer fotosíntesis al igual que las plantas.

Las bacterias no siempre son malas. También pueden ser benéficas para su cuerpo. De hecho, la mayoría de las bacterias no son dañinas en absoluto. Su piel y sus intestinos hacen equipo con las bacterias, que usted quizá conozca mejor bajo el nombre de microbioma. Los microbios que viven en su piel le ayudan a deshacerse de la suciedad y de las células muertas. En sus intestinos, las bacterias le ayudan a digerir su comida.

Hay bacterias que pueden ser nocivas, especialmente cuando crecen en lugares en los que no deberían. Por eso, generalmente las infecciones bacterianas afectan zonas localizadas del cuerpo. Eso puede irritar o lastimar los tejidos sanos. Ejemplos de infecciones bacterianas comunes son la faringitis, la intoxicación alimentaria y las úlceras.

Para ayudar a combatir las infecciones bacterianas, su médico puede recomendarle tomar antibióticos. Este tipo de medicamento mata las bacterias que lo están enfermando e interrumpe su reproducción para que no se puedan diseminar.

Los virus son mucho más pequeños que las bacterias y no se consideran organismos vivos. Son agentes infecciosos que tienen una sola cápside o estructura proteica, y una cadena de ADN o ARN dependiendo de su tipo. No son capaces de reproducirse por sí mismos —como las bacterias. En lugar de eso, los virus necesitan alojarse en una célula huésped que se encargue de la reproducción (lo explicaremos a detalle más abajo).

Mientras que las bacterias pueden ser dañinas o benéficas, la mayoría de los virus tienen la función de enfermarlo. Algunos virus comunes son el rinovirus (resfriado común), la varicela y el herpes. Las infecciones virales provocan síntomas en todo el cuerpo, como congestión, dolor, tos y fatiga.

Los antibióticos no funcionan con los virus. En este caso, usted debe confiar en su sistema inmunológico. Con el tiempo, su sistema inmunológico desarrollará anticuerpos capaces de identificar el virus y prevenir que éste infecte células sanas. Por eso es tan importante practicar hábitos sanos de manera constante para mantener su salud inmunológica.

Algunos virus pueden prevenirse gracias a las vacunas. Las vacunas pueden ayudar a que su cuerpo cree anticuerpos antes de que usted haya sido expuesto al virus en su vida diaria. De esta manera, su cuerpo estará listo para combatir el virus específico si este se presenta algún día.

Pregunta: ¿Cómo trabajan los virus en su cuerpo?

Respuesta: Como los virus no están vivos, deben apoyarse en células huésped para completar su ciclo. Actúan como parásitos ­—infectando células sanas, utilizándolas para reproducirse y destruyéndolas cuando ya no les sirven.

Los virus son pequeños paquetes de ADN o ARN (material genético) que viajan en una estructura proteica. Son maestros del disfraz, por lo que el recubrimiento proteico de un virus hace que las células de su cuerpo generalmente lo confundan con nutrientes. Las células sanas son engañadas para fijarse al virus mediante sus receptores proteicos. Es entonces cuando el virus entra en la célula.

Una vez dentro de la célula huésped, el virus libera su información genética. Los virus necesitan copiar material genético para reproducirse, así que secuestran el sistema reproductivo de la célula. Entonces, la célula huésped empieza a copiar el ADN o ARN del virus en lugar de reproducir su propio material genético.

Después de que el virus se reproduce dentro de la célula, se libera, destruyendo la célula huésped en el proceso. El virus usa la membrana de la célula huésped para viajar por el cuerpo sin ser detectado por el sistema inmunológico. Por eso resulta tan complicado tratarlos. Es difícil para el sistema inmunológico identificarlos y atacarlos.

Eventualmente, su cuerpo aprende a diferenciar los virus de las células sanas. Cuando lo hace, su sistema inmunológico crea anticuerpos. Estas pequeñas proteínas etiquetan al virus. Los anticuerpos conducen a los agentes del sistema inmunológico, como los glóbulos blancos, hacia el virus para que sus defensas puedan eliminarlos —junto con las células afectadas.

Pregunta: ¿Qué son los síntomas?

Los síntomas son señales físicas creadas por su cuerpo para decirle que algo está mal. Lo alertan de posibles infecciones causadas por bacterias o virus. Con el tiempo, los síntomas mejoran mientras su sistema inmunológico elimina la infección de su cuerpo.

La mayoría de los síntomas son detonados por gérmenes que irritan las células sanas. Pueden causar irritación de garganta, estimular la producción de mucosa y elevar la temperatura corporal. Pero los síntomas que usted experimenta cuando se siente enfermo de hecho pueden ayudar a que su cuerpo combata la infección. Vea cómo su sistema inmunológico trabaja en mancuerna con los síntomas para protegerlo de los gérmenes.

  • Fiebre: las infecciones desatan un aumento de la temperatura corporal. Tener fiebre no es algo cómodo, pero es una estrategia que su sistema inmunológico usa para matar los virus. Algunos gérmenes no se adaptan a las altas temperaturas, así que la fiebre convierte a su cuerpo en un lugar hostil para la sobrevivencia del virus.
  • Secreción nasal: cuando las membranas mucosas que revisten sus conductos nasales son lastimadas por algún virus, usted experimenta secreción nasal. Eso sucede porque su cuerpo produce una gran cantidad de mucosa para atrapar a los gérmenes y desalojarlos. La secreción nasal es una señal de que su sistema inmunológico está trabajando arduamente para frenar la infección.
  • Toser: su sistema respiratorio tiene un reflejo que expele los gérmenes de su cuerpo. Si las células de sus vías respiratorias detectan un intruso, pueden activar la tos. La tos fuerte elimina el polvo, bacterias y virus de su garganta y pulmones. Toser también le ayuda a eliminar el exceso de mucosa de su nariz y garganta.
  • Estornudar: Al igual que toser, estornudar es un reflejo. Es una poderosa respuesta inmune que expulsa los gérmenes de su nariz rápidamente.

Pregunta: ¿Por qué la gente experimenta diferentes síntomas?

Respuesta: Los síntomas provocados por una infección no son los mismos para todos. La genética tiene mucho que ver con la manera en que su cuerpo combate la enfermedad y, como no hay dos personas que posean los mismos genes, todos respondemos a los gérmenes de manera distinta.

Sus genes influyen en la manera en que su sistema inmunológico combate los virus y bacterias. El proceso inmunológico comienza en el vientre materno con los anticuerpos y los gérmenes heredados por su madre (esto se conoce como inmunidad pasiva, y es temporal en los recién nacidos). La información recibida tras padecer cualquier enfermedad es almacenada en sus genes para que su sistema inmunológico se pueda adaptar. De esa forma usted puede producir anticuerpos para detectar infecciones en el futuro. De esta manera, cuando usted experimenta síntomas causados por alguna infección, es probable que sus genes no se hayan encontrado con ese germen antes. Si alguien más ya ha desarrollado una respuesta inmune a esa infección, puede que nunca experimente síntomas.

El estilo de vida es otro factor que afecta la manera en que la gente experimenta los síntomas, especialmente el tabaquismo. Cuando hablamos de resfriados, los síntomas de la mayoría de la gente ceden relativamente rápido. Los no fumadores experimentarán tos y congestión moderadas que se resuelven con el tiempo, pero los fumadores padecen una experiencia distinta. Fumar mata las células que recubren la nariz, garganta y pulmones, y debilita significativamente la respuesta inmunológica. El tejido dañado tarda más en repararse, provocando que síntomas como la tos y la congestión duren más tiempo. Por eso puede resultar difícil salir de un resfriado si usted es fumador.

Pregunta: ¿Tratar los síntomas de una enfermedad puede prolongar la infección?

Respuesta: Aún no hay conclusiones respecto a este tema. En la mayoría de los casos, no existe mucha evidencia que sugiera que tratar los síntomas de una enfermedad provoque que ésta dure más.

Algunas infecciones virales serias (como la influenza) pueden tardar bastante en desaparecer. Eso no tiene nada que ver con los medicamentos que usted use para tratarla. Desgraciadamente, hasta el mejor sistema inmunológico necesita tiempo para expulsar la influenza.

Síntomas como la congestión y la tos se vuelven tediosos muy rápido, así que es razonable buscar una cura. Usted puede sentirse mejor rápidamente tomando descongestionantes que le ayuden a despejar su nariz y garganta; también puede tomar un supresor de tos. Este tipo de tratamientos no interfieren directamente con su respuesta inmunológica.

Algunas infecciones requieren medicamentos más potentes. Las infecciones bacterianas como la faringitis necesitan antibióticos para matar las bacterias que lo están enfermando. Estas medicinas acortan la vida de la infección, y también le ayudan a sentirse mejor. Identifican la fuente de la infección (la bacteria) y la eliminan de su cuerpo.

En el caso de los medicamentos esteroideos, usted puede notar un incremento en el tiempo que se siente enfermo. Los esteroides tratan la inflamación, que en ocasiones puede ser causada por alguna infección en el cuerpo. Esto representa una supresión temporal de su respuesta inmunológica habitual, lo que puede causar que la infección que está provocando la inflamación dure más tiempo. Los esteroides son usados en casos específicos, dependiendo del tipo de infección.

Pregunta: ¿Cuándo es necesario tratar la fiebre?

Respuesta: Si usted presenta fiebre, quizá sea mejor esperar a que pase sola. Utilizar medicamentos para reducir la fiebre puede parecer conveniente en el corto plazo. Pero en el largo, usted está entorpeciendo la reacción natural de su cuerpo contra la infección.

La fiebre se presenta cuando su temperatura corporal se eleva para disminuir la propagación de un virus o bacteria. Los gérmenes prosperan en la temperatura corporal normal, así que subir el calor es una buena manera de forzarlos a salir. Reducir la fiebre hace que su cuerpo se convierta en un ambiente más amigable para los patógenos que lo están enfermando.

La recomendación general es que si usted experimenta una fiebre baja (menos de 101° F/38.3° C para niños y 103° F/39.4° C en el caso de los adultos), procure evitar medicamentos para tratarla. Deje que su cuerpo haga su trabajo y combata la infección. Si su temperatura se eleva sobre esta recomendación, póngase en contacto con su médico. Él sabrá decirle qué medicamento usar.

Si su hijo con fiebre deja de tomar líquidos, parece apático y no hace contacto visual con usted, contacte inmediatamente a su doctor.

Pregunta: ¿Se puede contraer el mismo virus más de una vez?

Respuesta: Sí y no. Los virus son prolíficos y existen muchos subtipos y cepas. Aunque usted podría tener el mismo tipo de virus en distintas ocasiones, quizá solo se sentirá enfermo cuando su cuerpo se tope con una nueva cepa o subtipo.

El rinovirus, el tipo de virus que causa los resfriados comunes, tiene cientos de subtipos y cepas. Cada vez que usted se enferma de gripe, su sistema inmunológico está luchando contra la cepa específica que lo enfermó, y al mismo tiempo usted está desarrollando anticuerpos para etiquetar ese subtipo específico de rinovirus.

Si usted se vuelve a topar con la misma cepa del virus de la gripa, los anticuerpos le dirán a su sistema inmunológico que lo ataque. Sin embargo, si es una nueva versión del virus, quizá no corra con tanta suerte.

Los virus están mutando constantemente para poder sobrevivir. Al igual que los parásitos, su objetivo es alojarse en células huésped y usar su ADN para reproducirse. En cuanto su sistema inmunológico aprende a bloquear un virus, una nueva versión de éste puede aparecer y pasar inadvertida. Esa habilidad se traduce en que usted pueda enfermarse del mismo virus otra vez.

Pregunta: ¿Cómo se comunica el sistema inmunológico para coordinar las respuestas contra los virus?

Respuesta: Una constante comunicación celular es clave para mantener su salud general. Lo mismo sucede con su sistema inmunológico.

Comencemos con los aspectos básicos de la comunicación del sistema inmunológico y sus dos formas básicas ­­­­—contacto directo con receptores y proteínas mensajeras.

Contacto directo con receptores

Como en casi toda comunicación celular, la habilidad de su sistema inmunológico para comunicarse depende de sus receptores. Estas zonas especiales en el exterior de la célula hacen posible la recepción de señales químicas y proteínas mensajeras. También permiten la conexión entre células, donde la transferencia de información se hace posible.

Sus células inmunológicas poseen diferentes receptores. Las células T (una célula inmunológica que crece dentro del timo) utilizan sus receptores especiales —acertadamente llamados receptores de célula T— para reunir información sobre las células infectadas. Esto es lo que permite que otros defensores inmunológicos puedan identificar un patógeno potencial.

Los receptores son tan importantes para el funcionamiento de las células T que son clasificados por los receptores que presentan. Las células T con receptores CD4 son ayudantes, utilizados para guiar a sus fuerzas inmunes. Los receptores CD8 son los que indican que las células T citotóxicas están realizando el trabajo de neutralizar las células infectadas.

Estos tipos de células T buscan y se conectan con receptores específicos dentro de las células infectadas. Dependiendo del tipo de complejo mayor de histocompatibilidad (un receptor dentro de una célula infectada), un ayudante o una célula T citotóxica se adhiere. De esta forma, el tipo de receptor y la conexión resultante dirige un elemento importante de la comunicación del sistema inmunológico.

Proteínas mensajeras

Sin embargo, el contacto directo no siempre es necesario o posible para que se dé una respuesta inmunológica coordinada. Por eso su sistema inmunológico también habla consigo mismo utilizando proteínas especiales llamadas citocinas.

Las proteínas mensajeras inmunológicas pueden viajar distancias largas o cortas, pero ejecutan diferentes acciones. Algunas citocinas dan luz verde para emitir una serie de respuestas inmunológicas. Otras —llamadas quimiocinas— actúan como faros que reclutan y guían más células inmunológicas para lidiar con una situación.

Los interferones son moléculas de comunicación del sistema inmunológico enviadas por distintas células involucradas en una infección. Las células infectadas —tanto las inmunológicas como las normales— envían versiones especiales de estas proteínas. Las células inmunológicas que se apresuran a responder también lo hacen. Aunque son más específicos en su forma y función, los interferones generalmente incrementan el número de receptores de células T para ayudar a etiquetar células infectadas y guiar su respuesta inmunológica.

Este artículo no debe entenderse por ningún motivo como una guía exhaustiva para comprender el complejo lenguaje de su sistema inmunológico, pero es un comienzo, y le ayudará a saber cómo se combinan estos tipos de comunicación para coordinar el caudal de actividad inmunológica cuando su cuerpo percibe una invasión. Eso es importante para tener una respuesta efectiva y eficiente.

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Su cuerpo es una máquina compleja que trabaja arduamente. Funciona mejor cuando todos los sistemas y mecanismos internos operan de manera concertada para mantenerlo trabajando en su mejor nivel —desde su piel y estructura ósea, hasta su sistema nervioso central y cardiovascular—. Sin embargo, como cualquier máquina, el proceso de envejecimiento natural de su cuerpo empezará a afectar a muchos de estos sistemas.

Como parte de las defensas naturales de su cuerpo, no existe ningún sistema que lo afecte por completo durante su declive natural más que un sistema inmunológico envejecido. Con el tiempo, su sistema inmunológico se deteriora naturalmente a causa de un proceso llamado inmunosenescencia. Aunque se define como el impacto de la edad sobre la función inmunológica, es un proceso que, como su sistema inmunológico, es resultado del funcionamiento —o de la falta de funcionamiento— de muchas partes pequeñas.

Para cobrar consciencia de lo que le sucede a su salud inmunológica con la edad, sería importante hacer un breve resumen sobre su sistema inmunológico.

Inmunidad innata vs. adaptativa

Su sistema inmunológico está compuesto por glóbulos blancos, tejidos y órganos que combinan sus fuerzas para defender a su cuerpo contra agentes estresores internos y externos. La respuesta general del sistema inmunológico suele dividirse en dos partes: inmunidad innata e inmunidad adaptativa.

El sistema inmunológico innato (o no específico) es exactamente lo que su nombre indica: aquel con el que se nace. Su inmunidad innata se desarrolla con la ayuda de sus padres y es lo que usted les transfiere genéticamente a sus hijos. Está conformado por barreras inmunológicas físicas y químicas, como el reflejo de toser, la piel, las membranas mucosas o el ácido gástrico.

Su sistema inmunológico innato no es tan poderoso como otras partes de su sistema general, pero es su primera línea de defensa, y ataca rápidamente a todas las sustancias extrañas, llamadas antígenos. Cualquier antígeno que logre atravesar estas defensas tiene entonces que pelear contra su sistema de inmunidad adaptativa.

Su sistema de inmunidad adaptativa es único y está cambiando constantemente. Mientras usted se ve expuesto a diversos antígenos a lo largo de su vida, su sistema de inmunidad adaptativa construye y clasifica defensas para combatir esos antígenos. Cuando su cuerpo es bombardeado, su glándula timo libera linfocitos (células) tipo B y T. Las células B producen anticuerpos y las T atacan directamente a los antígenos. Estos glóbulos blancos trabajan en conjunto para proteger a su cuerpo de cualquier mal, incluyendo amenazas de virus e infecciones, y además recuerdan cómo luchar contra aquello a lo que usted ya ha estado expuesto en el pasado.

Inmunidad y envejecimiento

Al envejecer de forma natural, hay ciertas cosas que le suceden a su cuerpo durante el proceso de inmunosenescencia. Su glándula timo —que alcanza su mayor tamaño durante la pubertad— se encoje, limitando la producción de células T. El número de células T que usted tiene no disminuye con la edad, pero su función sí. Como estas células forman parte del equipo encargado de combatir los antígenos, los riesgos de enfermarse son mayores. Estas células aún recuerdan cómo combatir aquello que han enfrentado en el pasado, pero usted necesita células nuevas para combatir amenazas nuevas —o mutaciones de amenazas a las que su cuerpo ya se ha adaptado, como una nueva cepa de influenza—.

Nuestro cuerpo no solo va creando menos células, sino que estas también son más lentas para reaccionar frente a nuevas amenazas. Como resultado, su cuerpo tarda más en configurar un plan de ataque para lidiar con estas amenazas una vez detectadas. Esta es la razón por la cual las infecciones y enfermedades son más frecuentes y agudas al envejecer que cuando usted —y su sistema inmunológico—eran jóvenes.

Pero no solo es el sistema inmunológico adaptativo el que se vuelve más lento. De forma similar, el sistema inmunológico innato también tarda más en responder y reaccionar como primera línea de defensa en contra de agentes tanto internos como externos. Pensemos, por ejemplo, en una cortada superficial. Cuando usted es joven, los glóbulos blancos se despliegan rápidamente para coagular, cicatrizar y regenerar la piel. Pero, al envejecer, este proceso se vuelve naturalmente más lento, aumentando la propensión a inflamarse e infectarse —dos de los principales factores de un sistema inmunológico debilitado—.

Ayude a su sistema inmunológico en envejecimiento

Aunque un sistema inmunológico más lento es parte natural del proceso de envejecimiento, eso no quiere decir que el deterioro sea inevitable. De hecho, dependiendo de ciertos factores, su cuerpo puede llegar a ser biológicamente más joven que la edad que marca el calendario.

Mientras que su edad cronológica está marcada por los años que han transcurrido desde su nacimiento, la edad biológica —o la manera en que envejece—es la medida de su salud general cuando se toman en cuenta factores como el estilo de vida, la dieta, el riesgo genético de desarrollar padecimientos relacionados con la edad y otros aspectos. Esta es la razón por la cual dos personas nacidas el mismo día pueden aparentar haber envejecido de forma distinta.

Existen ciertos aspectos que no se pueden controlar sobre la manera en que el envejecimiento afecta naturalmente su sistema inmunológico a causa de factores genéticos, pero usted puede agregar (o eliminar) hábitos clave en su estilo de vida que pueden ayudar a todo su sistema.

Mantenga una dieta balanceada

Una dieta rica en frutas y verduras, granos enteros, grasas saludables y carne magra puede ayudar a que su sistema inmunológico siga trabajando con fuerza. Una variedad de frutas, verduras y granos enteros también ayuda a proveer la suficiente fibra dietética para tener un tracto digestivo saludable. Esto es especialmente importante para establecer una fuerte respuesta inmunológica frente a estresores externos, ya que el tracto digestivo es directamente impactado por patógenos y cualquier enfermedad de origen alimentario. Muchos de los alimentos asociados con la dieta mediterránea han demostrado ser de gran ayuda para mantener el buen estado de su sistema inmunológico.

Duerma lo suficiente

La falta de sueño provoca que su cuerpo no pueda producir las proteínas que se encargan de controlar las infecciones y la inflamación, y que ayudan y restauran las respuestas inmunológicas.

Haga ejercicio

Tener un estilo de vida consistentemente activo es una de las mejores formas de ayudar a su salud general. Es recomendable que los adultos realicen alrededor de 150 minutos de ejercicio moderado cada semana. Esto es suficiente para ayudar a su flujo sanguíneo y a que las células inmunológicas viajen por su cuerpo.

Practique buenos hábitos de higiene 

Una de las formas más sencillas de ayudar a su cuerpo a luchar contra los agentes estresores externos es tener una buena higiene. Lavarse las manos adecuadamente y otros hábitos de limpieza ayudan a limitar la exposición a gérmenes que podrían poner a prueba su inmunidad.

Reduzca el estrés

El estrés descontrolado puede influir en su peso, su sueño y su bienestar general, y también puede inducir más presión en su sistema inmunológico. Desarrollar algunas sencillas técnicas para manejar el estrés le puede ayudar a alejarse por un momento de situaciones tensas y comenzar de cero.

No fume

Fumar mata los anticuerpos y antioxidantes de su sangre. Inflama sus pulmones, evitando que las células puedan realizar otras funciones.

Beba alcohol con moderación

La ingesta excesiva de alcohol reduce la capacidad de sus glóbulos blancos para eliminar antígenos y combatir infecciones.

En resumen, un sistema inmunológico sano y un estilo de vida sano son cosas que van de la mano. Prepararse para el impacto del envejecimiento sobre la función inmunológica es un esfuerzo de todo el cuerpo, y para mantenerlo es necesario hacerlo desde una perspectiva holística.

Para obtener más información, investigue a profundidad cómo seguir ayudando a su sistema inmunológico sin importar su edad.

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No es divertido sentirse enfermo, por eso es tan importante proteger la salud inmunológica. Hay cosas que podemos hacer todos los días para apoyar al sistema inmunológico (inspírese en esta útil historia). Pero también hay cosas de la inmunidad que usted debe evitar.

Es importante saber qué NO hacer porque puede ayudar a poner límites y formar hábitos. Por eso, revise estas 12 cosas que debe evitar en relación con la inmunidad y conozca qué es lo que sí debe hacer.

No: Escatimar con el agua

Cuando usted empieza a sentir sed, su cuerpo ya está deshidratado. La hidratación es esencial para que el organismo y el sistema inmunológico se mantengan saludables. Sin una buena cantidad de agua, el cuerpo es menos eficiente y lo hace sentir lento y fatigado.

Es difícil defenderse efectivamente de los gérmenes sin agua suficiente. El agua es necesaria para el movimiento de mocos y flemas, que son dos barreras contra virus y bacterias. Como son pegajosos, atrapan a los microbios, de forma que evitan que los gérmenes se difundan hacia las células saludables.

Mantenga hidratado y feliz su organismo bebiendo cuando menos ocho vasos de agua al día. Una buena cantidad de agua mantiene el flujo del moco. El sistema inmunológico necesita ese moco para atrapar a los gérmenes y ayudar a combatir la infección. No olvide proporcionar al organismo agua suficiente para que haga un buen trabajo.

No: Desvelarse

Como dice el proverbio, “Acostarse temprano, levantarse temprano, hace a un hombre saludable, rico y sabio”. Si bien irse temprano a la cama podría no garantizar el éxito financiero, sí puede mantenerlo saludable.

El sistema inmunológico funciona mejor cuando usted duerme lo suficiente. Ocho horas corridas de sueño dan tiempo a que su organismo se regenere y restaure. El sistema inmunológico también tiene tareas importantes que desempeñar mientras usted duerme.

Por eso, que no se le pase la hora de irse a la cama para estar seguro de que duerme lo suficiente. Por otra parte, que la hora previa sea lo más descansada y tranquila posible. Baje la intensidad de la luz, apague la televisión y deje de lado el teléfono. Relájese y medite para ayudarse a conciliar más rápidamente el sueño.

El sueño de calidad no es negociable. Si necesita motivación extra para no estar despierto hasta tarde, piense en el apoyo que una noche de buen sueño proporciona a su sistema inmunológico.

No: Tocarse la cara

Los ojos, la nariz y la boca son las vías favoritas de los gérmenes para entrar al organismo. Si usted quiere echarle la mano a su sistema inmunológico, no se toque la cara.

Aunque parezca inofensivo, al tocarse la cara transporta microbios de las manos al organismo. El hecho de tocarse la cara no es meterse los dedos a la boca. Tallarse los ojos, rascarse la nariz, morderse las uñas, todos esos hábitos molestos introducen gérmenes al organismo.

No será fácil, pero si usted lucha contra tocarse la cara, puede romper con ese hábito. Intente hacerse responsable de su inmunidad. Píntese las uñas para no mordérselas y mantenga las manos ocupadas para resistirse a tallarse los ojos. Prémiese cuando lo logre. Que un miembro de la familia o un amigo se lo recuerde cuando vuelva a caer. Y si tiene que tocarse la cara, lávese antes las manos.

No: Fumar

No hay manera de disfrazarlo: fumar es un hábito peligroso que afecta a todo el cuerpo, incluido el sistema inmunológico.

El humo del cigarrillo destruye el recubrimiento de las células epiteliales protectoras que cubren el interior de la boca, la nariz y la garganta. Esta capa de células se necesita para proteger de los gérmenes las vías respiratorias. Fumar también lesiona el tejido pulmonar, el cual es particularmente vulnerable a infecciones causadas por virus y bacterias.

Para proteger los pulmones y el sistema inmunológico en general, deje de fumar lo más pronto posible.

No: Beber alcohol en exceso

Emborracharse es tan perjudicial para el sistema inmunológico como fumar. Las borracheras crónicas dañan a las células que recubren la boca y la garganta. También limitan el funcionamiento de los glóbulos blancos, que constituyen la fuerza de ataque del sistema inmunológico contra los patógenos.

¿La prueba? Beber en exceso se correlaciona con enfermarse con mayor frecuencia. Por esa razón, el alcohol en exceso parece debilitar el sistema inmunológico e incrementar la susceptibilidad a las enfermedades.

Reduzca el consumo de alcohol para favorecer la inmunidad. El organismo puede tolerar el consumo moderado y responsable de alcohol: una copa al día para las mujeres y dos para los hombres. Solo tenga cuidado y no exagere.

No: Olvidar lavarse las manos

El lavado de manos es la forma más efectiva de protegerse contra patógenos potenciales. Además, es un hábito fácil de adoptar. Recuerde lavarse las manos antes de comer, después de ir al baño y después de haber estado en lugares públicos.

Pero no es tan simple como enjuagarse las manos. La técnica adecuada para lavarse las manos tiene que practicarse. Consulte una guía sobre el lavado de manos para aprender a hacerlo correctamente. Y empiece a lavarse las manos con frecuencia para restarle presión al sistema inmunológico y dejar de propagar gérmenes.

No: Hacer mal uso de sanitizantes y desinfectantes

Sanitizar y desinfectar, así como la limpieza en general, ayudan a limitar la exposición a gérmenes. Pero tampoco exagere. Los productos que usted utiliza para matar gérmenes también pueden ser contraproducentes si se hace mal uso de ellos.

Nunca aplique en la piel ni introduzca a su cuerpo los limpiadores, desinfectantes y sanitizantes para superficies, vidrios, telas o el baño. Estos productos van de irritantes a tóxicos. Utilice el equipo de protección adecuado (como guantes o anteojos protectores) cuando desinfecte áreas de su casa.

Puede parecer obvio, pero nunca beba ninguno de esos limpiadores, ni se aplique aerosoles desinfectantes en el cuerpo, no se exponga a luces UVC sanitizantes que son ultraperjudiciales. Ingerir o inyectarse estos productos puede acabar en una llamada a un centro de control de envenenamiento o en una visita a la sala de urgencias.

Los sanitizantes para manos son la excepción: se han formulado para aplicarse en la piel, y sólo en la piel. Los sanitizantes para manos a base de alcohol (tanto en aerosol como para frotar) son magníficos para la higiene de las manos en caso necesario, pero deben utilizarse según las instrucciones del fabricante. Además, asegúrese de supervisar a los niños cuando los utilicen, para que lo hagan de forma adecuada y efectiva.

No: Descuidar el ejercicio

Cuando usted prefiere el sillón al ejercicio, la condición física no es lo único afectado. Hacer ejercicio moderadamente puede ayudar a mantener saludable el sistema inmunológico.

El ejercicio regular está relacionado con un mejor funcionamiento inmunológico y menos episodios de enfermedad cada año. Esto se debe a que la actividad física mejora la circulación sanguínea y el líquido linfático que conforman el sistema inmunológico. Por otra parte, el ejercicio aeróbico ayuda al fortalecimiento de los pulmones, de modo que sean más eficientes en la obtención de oxígeno para el organismo.

Ejercitarse regularmente favorece la salud de músculos y articulaciones, además de la ventaja adicional de protegerlo contra la enfermedad.

No: Limitar el consumo de frutas y verduras

La alimentación desempeña un papel muy importante para la respuesta inmunológica del organismo. Colme su plato de alimentos que ayuden a mantener saludable el sistema inmunológico. Las frutas y verduras son el punto de partida ideal.

Procure incluir una fruta o verdura en cada comida, pues frutas deliciosas como naranja, manzana, plátano y bayas están llenas de antioxidantes y vitaminas. El cuerpo necesita antioxidantes para ayudar a destruir las estructuras de virus y bacterias antes de que puedan dañar células saludables.

Las verduras surten de minerales a la sangre —como hierro y magnesio— y al cuerpo de beta caroteno y vitamina del complejo B. Ambos son importantes nutrientes favorables para el funcionamiento inmunológico. Mantienen saludables a las células para que el sistema inmunológico pueda enfocarse en la cacería de invasores.

No: Pasar por alto una dosis diaria de vitaminas

Los suplementos son ideales para apoyar al organismo con vitaminas y minerales favorables para la salud inmunológica. Por eso, asegúrese de seguir tomando su multivitamínico.

Busque suplementos con una buena cantidad de vitaminas C, B6 y E. Estos antioxidantes apoyan la inmunidad y ayudan a proteger la salud de tejidos y células, amenazada por microorganismos dañinos. La vitamina C también favorece la producción normal de glóbulos blancos en el organismo, es decir, las células inmunológicas que localizan y destruyen a posibles patógenos.

Un suplemento es una fuente confiable de nutrientes de calidad de la cual puede depender el sistema inmunológico. Combine los suplementos con una alimentación saludable para apoyar adecuadamente la inmunidad.

No: Ir a trabajar estando enfermo

Si usted tiene la opción de quedarse en casa y no ir a trabajar si no se siente muy bien, aprovéchela. Esta práctica permite no poner en riesgo a los demás y a usted le permite recuperarse.

Piense en todos los espacios compartidos y los objetos que toca en la oficina. Al estornudar o toser riega gotitas con gérmenes, los cuales pueden sobrevivir horas o días casi en cualquier superficie. Esto facilita que el bicho que lo enfermó se difunda entre sus compañeros de trabajo.

Piense en las personas con quienes trabaja cuando quiera ir a trabajar y no ceder ante un resfriado: le van a agradecer que se quede en casa a descansar, en vez de poner a prueba sus sistemas inmunológicos. Incluso podría darse cuenta de que quedándose en casa se recupera más rápidamente.

No: Dejarse abrumar por el estrés

Aflojar el paso y minimizar el estrés es mejor para usted y su sistema inmunológico, aunque es más fácil decirlo que hacerlo. Si no se controla adecuadamente, el estrés puede colarse desde el trabajo, la escuela y las responsabilidades familiares y afectar gravemente al sistema inmunológico.

El estrés inhibe casi cualquier función orgánica, incluida la inmunidad. Cuando se acumulan las tareas diarias, el sistema inmunológico tiene que bajar el ritmo para adaptarse. El cortisol (hormona del estrés) inunda el flujo sanguíneo e impacta las respuestas inmunológicas. Como se reduce la producción de glóbulos blancos, usted es blanco fácil del virus del resfriado o la gripe.

El control del estrés es un arte que toma años de práctica, pero usted puede empezar a minimizar el estrés haciendo un inventario de las responsabilidades diarias. Trate de eliminar actividades innecesarias que requieren tiempo y energía. Aprenda a decir no a tareas que no puede hacer. Pida ayuda cuando se vea rebasado.

Aprender a afrontar el estrés protegerá su inmunidad y su salud en general. Dormir, ejercitarse, meditar y someterse a terapia son también excelentes para manejar el estrés. Ponga su bienestar a la cabeza de sus tareas para poder reducir el estrés y vivir más feliz y saludablemente.

Ahora revise lo que tiene que hacer por su salud inmunológica

Ya con una lista de lo que NO debe hacer, ahora puede enfocarse en crear hábitos que puedan ayudar a apoyar el sistema inmunológico.

Póngase como objetivo estar siempre alerta y tomar agua y lavarse las manos. Sea educado y quédese en casa cuando no se sienta bien. Demuestre respeto por su organismo alimentándolo con frutas y verduras enteras y diciendo no al tabaquismo y a beber en exceso.

Aprenda los hábitos favorables para la inmunidad y lo que tiene que evitar. Sus decisiones sobre el estilo de vida pueden marcar la diferencia en cuanto a la salud de su sistema inmunológico.

Su sistema inmunológico tiene muchas ansias de disfrutar del descanso que le brinda su cama al final del día, y esto es porque una noche reparadora de sueño de calidad es uno de los mejores hábitos para el apoyo inmunológico que puede adoptar. Obviamente, el sueño es esencial para la salud total del cuerpo. Sin embargo, lo que su sistema inmunológico hace mientras usted duerme conecta el mantenimiento de una protección adecuada con su sueño nocturno.

El sueño ofrece el periodo de reorganización, reparación y rejuvenecimiento que usted necesita para seguir llevando una vida saludable y, en ocasiones, ajetreada. Por lo tanto, no es sorprendente que un estudio tras otro vincule el sueño con el mantenimiento de una función inmunológica saludable.

Es muy probable que haya pasado por esto en su vida; trabajar sin descanso hasta el agotamiento puede producir en usted una sensación poco menos que agradable. Acaba con malestar, cansado, irritable y susceptible a tomar malas decisiones de salud y, en general, malhumorado.

Sin embargo, usted también ha vivido los beneficios que ofrece una noche sólida de sueño. Se siente con energía, avispado, fuerte, mentalmente ágil y, en general, listo para enfrentar lo que el mundo le tenga reservado. Usted sí entiende los beneficios del sueño, pero lo que tal vez no comprenda es la razón por la que el dormir es vital para apoyar la salud inmunológica.

Una exploración reveladora de su cuerpo en reposo es la manera de revelar esa información. Es hora de dejar al descubierto lo que su sistema inmunológico hace mientras usted duerme, incluyendo el movimiento de componentes, la creación de “recuerdos de inmunidad” y la activación de procesos que apoyan la proliferación y la efectividad de las células inmunológicas.

Mientras duerme, sus células inmunológicas están en movimiento 

El sueño es un complejo y activo proceso envuelto en serenidad. Usted se ve tranquilo y pacífico cuando duerme, pero su sistema inmunológico, junto con su cerebro y otros procesos corporales, trabajan arduamente para mantenerlo saludable.

Por un lado, algunas de sus células inmunológicas más importantes están en movimiento.

Las células T (glóbulos blancos importantes producidos en el timo) circulan en el torrente sanguíneo cuando se encuentra despierto; son como su fuerza de seguridad lista para atacar a cualquier intruso. Sin embargo, cuando duerme, las células T se ausentan de la sangre, y sus niveles disminuyen.

¿A dónde van? Los investigadores han tenido dificultadoes para rastrear las células T en sujetos, pero la evidencia sugiere que algunos subconjuntos de células T se conglomeran en los ganglios linfáticos durante la noche, para luego regresar a la sangre tan pronto despierta.

¿Por qué sucede esto? El tema es complejo, pero existe cierto acuerdo en que las paradas nocturnas de las células T en los ganglios linfáticos apoyan la memoria inmunológica adaptativa. Usted conocerá más sobre este proceso a continuación.

Los movimientos de las células inmunológicas durante el periodo de sueño también ayudan a mantener el equilibrio. Su cuerpo siempre está buscando la homeostasis, y el sueño le da a su sistema inmunológico el tiempo para lograrlo.

Mientras duerme, su sistema inmunológico está creando recuerdos

El sueño ayuda a su cerebro a formar recuerdos, incluyendo sus recuerdos inmunológicos.

Las hormonas comienzan la reacción en cadena de eventos que consolida una memoria inmunológica. Las que son secretadas durante el Sueño Profundo de Movimiento Ocular Lento (NREM por sus siglas en inglés) promueven la creación de recuerdos inmunológicos duraderos.

Parte de este proceso es la cita linfática nocturna de las células T y las células presentadoras de antígenos. El movimiento hacia los ganglios linfáticos y el tejido linfático permite que las células presentadoras de antígenos les entreguen información a las células T, lo cual es clave para la creación de la memoria inmunológica y la capacidad de respuesta de su sistema inmunológico adaptativo.

¿Cómo saben los científicos que esto funciona? Los investigadores han estudiado cómo el sueño afecta el conteo específico de células de memoria inmunológica después del uso de vacunas (una de las únicas formas de probar este proceso sin dañar a los sujetos exponiéndolos a patógenos activos).

Los resultados muestran que un sueño adecuado después de la vacunación apoyaba la producción de anticuerpos y linfocitos T específicos del antígeno. Los individuos privados de sueño no mostraron la misma respuesta sólida a la vacuna. Esto muestra el poder del sueño para apoyar su adaptación inmunológica y ayudar a proporcionar una protección óptima para su cuerpo.

Mientras duerme, se preserva la efectividad de las células inmunológicas 

El sonambulismo diurno después de haberse acostado tarde en la noche es una prueba de que cuando descansa bien es cuando mejor se va a sentir. Una buena noche de sueño le ofrece la fortaleza que necesita para enfrentar cualquier reto con eficacia y efectividad.

También, su sistema inmunológico está en su mejor momento después de una noche de sueño de calidad. Volvamos a las células T para ver qué hace su sistema inmunológico mientras duerme para ayudar a estas células a hacer su trabajo manteniéndolo seguro y saludable.

Para neutralizar a los invasores, las células T necesitan adherirse a ellos primero. La capacidad pegajosa que ayuda a las células T a destruir las células infectadas por patógenos proviene de las proteínas llamadas integrinas. Un estudio analizó cómo el sueño afecta a estas proteínas y la función de las células T.

Los investigadores relacionaron el sueño (y la disminución correspondiente en las hormonas del estrés) con la activación normal de estas proteínas pegajosas y el mantenimiento de la función de las células T. El grupo privado de sueño mostró una reducción en la actividad de las integrinas. Aquellos que durmieron de manera adecuada tenían células T pegajosas capaces de cumplir efectivamente con sus deberes inmunológicos.

El sueño y su cóctel de hormonas ayudan a mantener la efectividad de importantes procesos inmunocelulares. Los estudios han producido señales positivas sobre la interacción que existe entre el sueño y los procesos clave de células inmunes, incluyendo:

  • Proliferación de glóbulos blancos y proteínas inmunológicas protectoras (citocinas)
  • Activación de células inmunológicas
  • Diferenciación de nuevos glóbulos blancos
  • Optimización de la función de las células asesinas naturales (glóbulos blancos de acción rápida del sistema inmunológico innato)

Cuando cuida de sus células inmunológicas, como cuando disfruta de un sueño de calidad, su cuerpo de guardaespaldas está completo, en posición y listo para protegerlo adecuadamente.

Duerma y apoye su sistema inmunológico

El conocer acerca de los beneficios inmunológicos del sueño podría entusiasmarlo más a querer disfrutar de un buen sueño nocturno. Eso es comprensible, ya que ahora conoce más sobre lo que hace su sistema inmunológico mientras duerme y lo importante que es para su salud.

Planifique dormir, por lo menos, siete horas de buen sueño todas las noches. Es posible que tenga que ajustar su rutina, especialmente en torno a la tecnología, pero valdrá la pena para el beneficio de su sistema inmunológico y para todo lo demás que el sueño hace por su cuerpo.