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Analice la información sobre el consumo de miel local para ayudar con las alergias

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Los brotes nuevos y las hermosas flores primaverales alegran el mundo después de los largos meses de frío y humedad. Pero con esa floreciente vegetación viene algo más: polen y alergias estacionales.

Muchas personas suelen sentir el momento en que el mundo que les rodea pasa de invierno a primavera. Los ojos les lloran y arden. La nariz les gotea o se les tapa. Los estornudos son algo tan común como la risa. Cuando aparecen estos síntomas, es hora de echar mano de la medicación contra la alergia para poder sobrevivir. ¿Pero alguna vez le han dicho que para las alergias estacionales es mejor recurrir a la miel local?

La miel, en particular la cosechada localmente, suele sugerirse como algo natural que ayuda a enfrentar las alergias cuando llega la primavera.

¿Pero realmente ayuda a combatir las alergias estacionales? Para responder a esta pregunta y distinguir entre mito y realidad, veamos cómo se producen las alergias, cómo se fabrica la miel y dónde podrían cruzarse ambos factores.

¿Qué son las alergias estacionales?

Primero tenemos que entender qué ocurre en el cuerpo al llegar la primavera. Usted podrá saber más sobre las alergias estacionales con esta útil historia. A continuación, un breve resumen:

Imagine que su cuerpo es un próspero edificio de oficinas que funciona las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Sus células son los productivos trabajadores que ocupan el edificio. Algunas células están en el departamento encargado de mover los músculos. Otras están en los departamentos que se aseguran de que usted tenga la energía necesaria para todo el día.

El trabajo de las células es muy importante: lo mantienen vivo. Pero dentro y fuera del cuerpo hay muchas amenazas que pueden causar problemas.

Alguien puede entrar por la fuerza al edificio o puede haber algún problema interno, como una inundación porque se rompió una tubería. En su cuerpo, usted puede hacerse una cortada en la piel o inspirar partículas extrañas susceptibles de provocar diversos problemas.

Para protegerse de posibles amenazas, usted cuenta con un sistema de seguridad natural: el sistema inmunitario, que hace las veces de los agentes de seguridad y los socorristas locales del edificio de oficinas. Estas células inmunitarias están siempre de guardia, atentas a cualquier cosa que crean que podría perjudicarle. Cuando encuentran una amenaza potencial, se movilizan de inmediato para contenerla y eliminarla.

Sin embargo, de vez en cuando se encuentran con partículas relativamente inofensivas —como el polen de los árboles en flor y el de las flores— y su sistema de seguridad reacciona de forma exagerada. Las células inmunitarias disparan las alarmas en todo el edificio —su cuerpo—y trastornan temporalmente el trabajo de todos con estornudos, ojos llorosos y secreción nasal.

Una vez controlada la amenaza, los encargados de la seguridad publican imágenes del intruso para que las células puedan recordar su aspecto la próxima vez. Por eso las alergias estacionales se presentan en momentos predecibles.

Cómo aprovechar la memoria inmunológica para combatir las alergias

Cuando el sistema inmunitario vuelve a encontrarse con el polen, las células inmunitarias lo reconocen por todas las imágenes tomadas y publicadas la última vez que se vieron las caras. La memoria inmunológica permite que el sistema inmunitario responda más rápidamente y mejor cada vez que se encuentre con esa amenaza que ya conoce, pues la vez anterior aprendió la mejor manera de enfrentarse a ella.

Este sistema funciona muy bien para amenazas como virus o bacterias. Estas amenazas no suelen presentarse todos los días, de modo que el sistema inmunitario no se desensibiliza al ver el mismo problema repetidamente.

Pero imagínese que el mismo problema siguiera presentándose todos los días. Lo más probable es que las células inmunitarias dejarían de responder tan agresivamente. A la larga, incluso podrían aprender a vivir con ello, como con un plafón dañado en la sala de descanso o una ligera gotera en el techo cada vez que llueve.

Cuando este acondicionamiento es intencional, se llama inmunoterapia. Estas técnicas pueden utilizarse para ayudar a acostumbrar al cuerpo a que se sienta cómodo ante partículas como el polen, de modo que su sistema inmunitario aprenda a vivir con ellas y a ignorarlas.

Así es como funcionan las vacunas contra las alergias. Si se administra una dosis concentrada de trozos de la partícula a la que es uno alérgico cada pocas semanas o meses, el sistema inmunitario puede aprender a desensibilizarse a la presencia de la sustancia causante de la alergia.

Cómo se relacionan las propiedades de la miel con las alergias estacionales

Ahora que ya conoce lo esencial de las alergias estacionales, echemos un vistazo a la siguiente pieza de este rompecabezas: la miel.

Las abejas producen la sustancia pegajosa recolectando un líquido llamado néctar producido por las plantas en flor y lo almacenan en un estómago adicional para llevarlo a su colmena.

Mientras el néctar permanece en el estómago, se mezcla con otros elementos que la abeja ha ingerido. Esto cambia la composición química del néctar para que dure más, como cuando se preserva una fruta para hacer mermelada y que pueda durar más tiempo en la despensa o el refrigerador.

Una vez que las abejas regresan a su colmena, pasan el néctar preservado en el estómago a otra abeja, que lo almacena en su estómago adicional para pasarlo a otra abeja. El néctar pasa de abeja en abeja hasta llegar a su destino final: el panal.

Después de que la última abeja de la cadena escupe el néctar en el panal, las abejas de la colmena utilizan sus alas para ayudar a que el líquido sobrante del néctar se evapore rápidamente y así poder sellar el panal para su almacenamiento. Ahora las abejas tienen una reserva de alimento dulce en qué escarbar durante los meses de invierno, y los humanos, un complemento azucarado para su dieta que también puede ayudarles con las alergias estacionales.

Llegó el momento de volver a la teoría de usar la miel para las alergias estacionales y ver si funciona. Básicamente, así son las cosas:

Cuando las abejas recogen el néctar de las flores, levantan polen que puede acabar mezclado con la miel. Así que, en teoría, si usted come mucha de esta miel que contiene polen, su sistema inmunitario empezará a acostumbrarse a ver el polen en el cuerpo. Una vez que el sistema inmunitario ve muchas veces esa sustancia antes tan alarmante, las células inmunitarias dejan de reaccionar ante ella.

Al no haber células inmunitarias que den la alarma, no se activan los síntomas de la alergia estacional y se puede respirar mejor.

¿Pero la miel local realmente ayuda con las alergias estacionales?

Primero, las malas noticias. No hay garantía de que la miel que usted consume tenga polen. Aparte, hay muchas plantas que producen polen, pero no todas tienen flores, que son el objetivo preferido de las abejas.

De hecho, las abejas melíferas suelen preferir plantas que en general no se consideran como la fuente principal del polen que normalmente provoca alergias estacionales.

Otra mala noticia: si alguien le ha recomendado comer miel para las alergias, probablemente le haya dicho que tiene que ser miel local, y esto porque en zonas diferentes, las plantas son diferentes. Si usted consume miel con polen de Alaska y vive en Arizona, el polen de la miel será muy diferente de las partículas suspendidas en el aire de su casa.

En muchos casos, la miel local también se vende relativamente sin procesar. Eso significa que podría contener fragmentos de abeja, veneno de abeja o bacterias. Si usted es alérgico a las abejas en sí, este tipo de miel podría provocarle su propia reacción alérgica y empeorar el problema de la alergia.

Hay buenas noticias sobre la miel

Todavía no se deshaga de su miel. El consumo de miel tiene muchos otros beneficios que pueden ayudar a optimizar su experiencia durante la temporada. Por ejemplo, puede ayudar a calmar la tos, sobre todo cuando se utiliza en lugar de azúcar para endulzar el té. Eso sí, no se la de a niños menores de un año porque puede provocar una enfermedad potencialmente mortal llamada “botulismo”.

Por otra parte, dosis elevadas de miel podrían combinarse con los tratamientos normales contra la alergia para ayudar a controlar los síntomas de las alergias estacionales. Hay pocos estudios sobre este tema, y a menudo los resultados son contradictorios. Pero en un estudio de pequeña escala se descubrió que dosis grandes de miel sin procesar aparentemente ayudaban a personas con alergias estacionales a lidiar con sus síntomas, cuando menos durante un tiempo.

Por supuesto, es probable que tuvieran que comer mucha miel. En ese estudio en particular, los participantes consumieron cuando menos de 50 a 60 gramos (unas dos cucharadas y media) de miel cruda sin procesar todos los días durante un par de meses.

¿Cuál es el veredicto final?

Dicho esto, llegó el momento de responder a la pregunta de si el consumo de miel ayuda a combatir las alergias estacionales.

Bueno, sin duda puede ayudar a controlar síntomas como la tos, y la teoría del polen en la miel tiene sentido. Pero por ahora, lo mejor es recurrir a los medicamentos para las alergias y limitar el tiempo al aire libre hasta que la temporada de polen haya terminado para el año.