Rodillas y codos raspados: Cómo criar niños resilientes

No es fácil ser padre. De por sí, es difícil estar seguro de que el niño come saludablemente, duerme lo necesario, se baña y físicamente está seguro, todas éstas, necesidades básicas que los padres deben satisfacer. Las cosas se complican conforme el niño crece, pues se torna emocionalmente complejo y sus necesidades cambian, pero es imposible llevarlo de la mano siempre. Llegará el día en que tenga que enfrentar solo los retos de la vida. Criar niños saludables significa criar niños resilientes, enseñarles a superar las adversidades.

La resiliencia es la capacidad de resolver esas dificultades y recuperarse en un lapso de tiempo adecuado. En la vida, todos enfrentamos dificultades, pero ser resiliente se traduce en que esas dificultades no lo definan a uno. Llámele determinación, fortaleza, tenacidad, como usted quiera, pero ser resiliente implica intentar algo y fracasar, para luego levantarse e intentarlo de nuevo.

No obstante, es más fácil decirlo que hacerlo. Crear resiliencia en un niño a menudo significa no rescatarlo de situaciones incómodas (pero no realmente peligrosas). Como padres, el instinto lleva a proteger a los hijos todo el tiempo, y cuando se les ve batallar, es difícil resistirse a la tentación de intervenir.

Lo que sigue son razones de por qué, y consejos sobre cómo, criar niños resilientes.

Cómo lidia el cerebro con el estrés

Empecemos por lo básico sobre situaciones incómodas, estresantes. El cerebro y el cuerpo no lidian con el estrés y la adversidad como lo hacen con situaciones normales.

El ritmo cardiaco y la presión sanguínea se elevan. El cortisol, una hormona del estrés, inunda el cuerpo. Se bombea adrenalina a la sangre: todos vestigios evolutivos ancestrales, cuando las situaciones estresantes podían, literalmente, ser de vida o muerte. Pero esta respuesta de luchar o huir debía durar muy poco tiempo. Cuando estas sustancias químicas se liberan de continuo, se presentan efectos perjudiciales.

Empieza en la amígdala, parte del cerebro responsable de las emociones, los instintos de supervivencia y la memoria. La amígdala responde a los estímulos estresantes enviando una señal de alerta al hipotálamo, el cual envía un mensaje al sistema nervioso autónomo que da lugar a una cascada de mensajes que desencadenan la liberación de un coctel de sustancias químicas (incluyendo adrenalina y cortisol). Esta respuesta suele alterar la corteza prefrontal, que controla las funciones ejecutivas, entre otras, resolución de problemas, atención, control de impulsos y regulación emocional.

En el corto plazo, esto resulta en un mecanismo de supervivencia extremadamente poderoso. Hay momentos en que usted no puede pensar en lo que viene después, tampoco necesita verificar su capacidad para actuar rápidamente. En el largo plazo, usted desea que la corteza prefrontal funcione perfectamente.

Si tuviera que definir la resiliencia en el ámbito fisiológico, diría que es la capacidad de activar la corteza prefrontal a resultas de situaciones adversas. Esto significa también contener la liberación del coctel de sustancias químicas, en cuyo caso, un individuo puede incrementar su capacidad para recuperarse de situaciones estresantes y de la adversidad, o de adaptarse a ellas.

 Cómo ser modelo de buena comunicación y de estrategias de afrontamiento para los niños

Hay muchas maneras de hacer resilientes a los niños, pero empiezan con usted. Sus hijos siempre están observando y durante sus años de desarrollo no dejan de absorber información. No tiene mucho sentido sermonear a los niños sobre cómo manejar emociones difíciles si usted mismo batalla con ellas.

Todos cometemos errores. Mantener la cabeza fría cuando los planes no salen bien puede mostrar a los niños cómo se lidia con los fracasos, y si usted no maneja alguna situación como hubiera querido hacerlo, reconózcalo. No está mal aceptar un error, y al hacerlo, subconscientemente da permiso a su hijo de que haga lo mismo. Hablen al respecto. Usted podría decir, por ejemplo, “Perdona que me haya enojado tanto antes, cometí un error. La próxima vez trataré de ser más paciente”.

La comunicación y el apoyo son claves para afrontar el estrés y la crianza de niños resilientes. No es necesariamente el individualismo agresivo el que dota de independencia a los niños, más bien, es el amor y el apoyo incondicionales de un adulto en su vida.

Las relaciones son lo más importante para el desarrollo emocional en la vida de un niño. Si su hijo está teniendo problemas, tiene que saber que puede acudir a usted en busca de ayuda.

Así que olvídese del teléfono y dedique tiempo de calidad a sus hijos. Cuando estén juntos en casa, que estar con ellos sea una prioridad. Hablen de los problemas que enfrentan los niños y háganles saber que está bien pedir ayuda. Por otra parte, no teman mostrarles sus estrategias para afrontar el estrés cuando enfrente una situación difícil.

Criar a niños resilientes significa respetar sus emociones

Antes de tener hijos, probablemente su visión de la paternidad era color de rosa. Los medios venden fácilmente el gozo de la paternidad y los amigos publican fotos de mágicos días en la playa y el parque, todos felices y sonrientes.

Eso no siempre es real. Es difícil estar preparado para crisis tremendas, berrinches y la negativa a irse a la cama, pero todo esto es normal durante el crecimiento, NO una excepción.

En ocasiones, los padres ven estos inconvenientes como problemas que tienen que solucionarse y tal vez castigue a los niños, los mande a su habitación o los culpe solo por la intensidad de sus emociones. Sin importar cuál sea su reacción, no es difícil que el niño aprenda que la tristeza, la frustración o el enojo no son tolerables.

Ser resiliente significa entender que algunas emociones, en particular las que suelen considerarse negativas —como el sufrimiento, la desesperación y el enojo—, son muy humanas. No son emociones de las que haya que huir, tampoco tratar de esconderlas porque es muy difícil lidiar con ellas. Más bien, se debe tratar de entender esas emociones, comprender a qué se debe lo que está sintiendo. Enseñarle a sentir y entender esas emociones de forma saludable es importantísimo para la salud mental del niño.

Etiquetar las emociones puede ser una forma útil de desarrollar la inteligencia emocional y la resiliencia. Que los niños sepan que no está mal sentir ansiedad, miedo o tristeza. Si bien pueden ser intensas en el momento, esas emociones suelen pasar, sobre todo cuando se habla de ellas con algún ser querido.

Establecer límites razonables de forma empática

Probablemente haya oído el término “límites” en relación con la paternidad, tal vez haya tenido momentos difíciles respecto de lo que sucede cuando su hijo los rebasa. Lo importante, de entrada, es que los límites existan.

Una rutina predecible y un conjunto de reglas firmes en el hogar definen una estructura en la que los niños pueden apoyarse. Respecto de la hora de acostarse, la hora de la comida o de hacer la tarea, así como el tiempo que se dedica al uso de las pantallas, una estructura reduce la incertidumbre y puede ayudar a reducir la ansiedad. No espere ser un padre efectivo sin imponer límites. No obstante, esas vallas de contención no significan ignorar, así como así, lo que su hijo siente.

Los niños tienden a aprender rápidamente los comportamientos con que consiguen lo que quieren, de modo que cuando sucede lo inevitable y el niño intenta ver hasta dónde puede presionar, usted tiene que mantenerse firme, aunque esto no significa que no enfrente esos momentos con benevolencia.

Usted sigue estando ahí para su hijo y para atender a lo que siente, pero para seguir diciendo “no”. Hable de lo que ambos están sintiendo y explique por qué los límites son importantes. De esta forma avanzará mucho en la enseñanza de la inteligencia emocional y en el fortalecimiento de su relación.

Permita que los niños se raspen las rodillas

Cuando los hijos empiezan a caminar, uno tiende a no alejarse demasiado de ellos y puede ser difícil no ceder ante ese instinto conforme crecen. Tal vez los siga entre los juegos infantiles para estar seguro de que no se caigan de la escalera o para recibirlos cada vez que se deslizan por la resbaladilla.

En el corto plazo, es fantástico, y nunca se insistirá demasiado en lo importante que es estar presente cuando un hijo enfrenta una crisis grave. En ocasiones hay que ayudarle a mantenerse en pie.

La cuestión es no exagerar. Aprender a temprana edad a lidiar con el dolor y la incomodidad sin consecuencias graves facilita que los niños desarrollen la capacidad para, más adelante, manejar situaciones difíciles. En un estudio llevado a cabo en 2017, la Universidad de Cornell incluso sugirió que la exposición temprana a estrés manejable incrementa la actividad de la corteza prefrontal.

Mitigar, más no eliminar el riesgo

Enfrentar el miedo es una de las habilidades más difíciles y empoderantes que tenemos. Como padre, usted quiere que su hijo esté seguro, pero no a expensas de exponerlo a experiencias nuevas, y por lo tanto, atemorizantes.

Puede ser duro resistirse a la urgencia de velar por los hijos y ofrecer soluciones para todos sus problemas. Usted quiere proteger a sus hijos del dolor, incluso si el dolor ofrece grandes enseñanzas. Una experiencia atemorizante puede poner nervioso a su hijo respecto de los riesgos que podría enfrentar en el futuro, pero casi ningún fracaso pone en riesgo la vida. Si los niños enfrentan los riesgos con cauteloso optimismo, en general estarán mejor preparados para enfrentar situaciones desafiantes.

Suele suceder que los niños corran un riesgo y el resultado sea negativo. Tal vez se caigan de la escalerilla en los juegos infantiles o choquen en la bici: así aprenden que las rodillas raspadas y los golpes pueden doler, pero el dolor no dura mucho. Por consiguiente, los niños resilientes se levantan y lo vuelven a intentar. Los raspones y los moretones no son un obstáculo para el aprendizaje de una nueva habilidad ni para divertirse. La ansiedad que tal vez experimentaron antes, se torna manejable.

Sin la exposición a los riesgos, incluso los mínimos temores pueden paralizar a los niños. No hay duda de que en un principio tendrán miedo del dolor físico, pero fácilmente abarcará la ansiedad relacionada con la escuela, los temas sociales y el dinero una vez que el niño crece. Enfrentando riesgos y las consecuencias que acarrean, los niños aprenden los mecanismos de afrontamiento necesarios para lidiar con confianza y racionalmente con los riesgos.

Tal vez les cueste trabajo distinguir lo peligroso de lo desconocido. Tal vez un niño no se percate nunca de lo verdaderamente fuerte, desenvuelto y resiliente que puede ser. Por eso, permita que su hijo monte en bicicleta y quite las rueditas de entrenamiento cuando esté listo, aunque eso se traduzca en caídas y enojos. Solo asegúrese de que se ponga el casco.

Desarrolle en los niños habilidades de funcionamiento ejecutivo

Conformen los niños crecen, la corteza prefrontal se desarrolla más y más, de tal forma que aprenden a controlar su comportamiento y sus sentimientos. También desarrollan nuevas formas de enfrentar la adversidad. Es posible acelerar este proceso y ponerlos en camino de convertirse en adultos jóvenes felices y saludables.

El ejercicio es uno de los más importantes componentes del desarrollo de las habilidades de funcionamiento ejecutivo, las cuales ayudan al desarrollo del cerebro y favorecen las funciones cognitivas en crecimiento. Durante el ejercicio, el cerebro libera neuroquímicos que ayudan a calmar la ansiedad en situaciones de estrés. Siempre es buena idea sacar a los niños y que se muevan, sobre todo que será favorable para su habilidad para resolver problemas.

Los juegos de mesa también son excelentes para desarrollar la corteza prefrontal porque exigen paciencia, estrategia, memoria y destreza mental. También son una muy buena manera de estrechar vínculos con los hijos. Asegúrese de dejarlos ganar de vez en cuando y de hacer de las derrotas oportunidades de aprendizaje.

Busque la ocasión para que los niños tomen sus propias decisiones. ¿Qué tal que alguna vez decidan qué cenará la familia, y hasta ayuden a cocinar? Que ellos decidan y planeen las actividades del fin de semana. Permítales decidir qué instrumento tocar o qué deporte practicar. Incluso ofrézcales información sobre las clases que toman. Las posibilidades son ilimitadas. Solo asegúrese de que una vez que el niño tome una decisión, se apegue a ella.

Fomente que los niños piensen de forma independiente, lo cual no significa empujarlos a discutir con usted todo el tiempo. Asegúrese de alentar la discusión cuando su opinión difiera de la de su hijo. Plantear situaciones en las que los niños tienen que pensar críticamente es un formidable ejercicio para el funcionamiento ejecutivo. Siempre que muestren respeto, está bien que un niño cuestione a la autoridad y presente puntos de vista diferentes.

Siempre de su lado

Criar niños resilientes puede ser tan retador para los padres como para el niño. Ambos pueden fallar. ¡Y qué bueno! Pero sin importar lo que pase, ame a sus hijos incondicionalmente y hágase presente para apoyarlos, pase lo pase. Puede ser difícil dar un paso atrás y permitirles encontrar su propio camino, pero a la larga, ello los llevará a ser adultos jóvenes más resilientes, desenvueltos, capaces e intrépidos.